Lo que caracteriza mi obra es el sentido de la transcendencia, trascender lo inmediato a la vista.
La fotografía tiene un contenido técnico – más emparentado con la matemática – exacta, medida, pautada, previsible, protocolable, pero eso sólo es una parte.
La fotografía artística requiere sentimiento, mucho más sentimiento que conocimiento para la graduación de la lente o el tiempo de exposición que por cierto son necesarios, pero sólo esto no alcanzaría.
Y allí reside el desafío de no quedar atrapado en la búsqueda de la toma perfecta, la luz exacta, la distancia, el foco, la estética del entorno, la posición de los objetos o de los sujetos.
A diferencia de la matemática que debe ser exacta y comprobable, el arte anida en el sentimiento, en la sensibilidad artística.
La toma fotográfica nos muestra un objeto, pero lo que en gran medida queremos los fotógrafos es capturar ese instante, hacerlo perdurar.
Mi obra no se trata de retratos, paisajes o reproducciones. Lo que quiero transmitir con mis fotografías es el sentido más profundo que la imagen en sí misma. El deseo de captar el espíritu o la esencia de aquello que capta mi mirada o que llama mi atención, que transmite un sentimiento, que abre una pregunta.
Para mi además, abre una brecha por donde surge algo distinto, otro significado en el que está involucrada la mirada pero también el sentimiento, la sensibilidad que nos hace descubrir un mundo nuevo, completamente diferente del que está en la superficie, de lo evidente y que indudablemente atraviesa mi alma.