La Fundación Vocación Humana, presenta la muestra de Alejandro Azzano, "Sinfiguras", acuarelas y fotografiás, con la curaduría de Sylvie Nante.  

En algún momento Paul Cézanne afirmó que “el arte es una armonía paralela a la naturaleza”. Más allá de la definición de armonía, es indudable que ante una obra artística existe la inevitable tendencia de vincular la imagen con un fenómeno natural o situación vivida; buscamos una suerte de link que nos permita categorizar o interpretar lo que percibimos. Esto sucede en especial con el arte abstracto. Ese desafío torna a la experiencia visual más rica e individual y conlleva la capacidad de despertar una incógnita y una interpretación personal. Las acuarelas de Alejandro Azzano generan esa perplejidad y por momentos asombro: su paleta colorida nos remite a veces  a una visión primaveral y  otras a un cataclismo cósmico.  La comparación es inevitable, pero no se detiene allí; evocan, sugieren, amplifican. Son dos series, ambas realizadas durante la pandemia, producto de una necesidad vital de volver a apoderarse de  los pinceles después de mucho tiempo.

De algunas obras emergen figuras circulares que se repiten a la manera del ostinato en una composición musical, con ritmo propio, acaso llevados por el azar o con un plan premeditado.  En la segunda serie los tonos rojo, naranja y negro -producto de gestos impetuosos- dominan la imagen,  delineando aún más las formas y dejando entrever ventanas quizás escorzos de edificios en llamas (¿presagio de la guerra que se avecinaba?).

Las fotografías son toma directa y deben ser apreciadas como un ensayo, una exploración de la abstracción presente en la naturaleza. Emprendiendo el camino inverso de aquel que se desprende de lo sensible para producir una obra abstracta, Azzano la realiza  a partir de lo que la propia naturaleza le ofrece con generosidad.