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Durante el mes de mayo, las salas del Museo Municipal de Bellas Artes “Dr. Urbano Poggi” reciben las obras de la artista santafesina, Nanzi Vallejo.
La obra dibujística de Nanzi Vallejo acepta varias lecturas. Por sobre la coherencia de su discurso expresivo, se advierte de inmediato que, más allá de períodos, sus imágenes se van concatenando sutilmente como eslabones de una misma cadena. Todo es una suerte de continuum, en que, como alquimista del medioevo, van apareciendo sobre el soporte fórmulas y reinterpretaciones de un mismo núcleo. Sin embargo, su pensamiento visual no escapa a las vacilaciones y a los interregnos de autocrítica que existen en todo artista que intenta alcanzar un plano de creación.
En esos tiempos, su obra se abre, se proyecta y se plantea la posibilidad de desarrollarla en series. Para ello, la artista asocia y diversifica, transmuta y devela, rectifica y descubre. Realiza un sorprendente trabajo de imaginero, como si en el trasfondo de una forma-madre pudiera esconderse toda una progenie de otras formas derivadas. En tales casos, su dibujo se enriquece notablemente. En esas series (verdaderos estratos que corresponden semióticamente a una misma geografía visual) su obra adquiere una profundidad simbólica indiscutible, proteica y a la vez unívoca, referencial en la originalidad de sus desarrollos.
En esas series en que entran a dialogar paños y pliegues, guantes vacíos y caballetes de pintor, montañas mágicas y cielos profundos, Vallejo redimensiona el propio sentido de lo evanescente, de lo incorpóreo, de lo inasible. Una etereidad que –por sobre aparentes conceptos de silencio o soledad- impregna a sus planos de impecable técnica.
El dibujo como sensación es su fórmula. El dibujo como trampa para lo aparencial. El dibujo como atmósfera, como temperatura, como ritual de sueños. Y en tal presupuesto, entran las confluencias a ejercer sus entronques, sus cruzamientos, sus enlaces sutiles.
Desde la serie de Homenaje a Christo, simulando alturas rocosas, el conjunto centrado en canastos de mimbre o cajas de cartón, los inefables marcos que transparentan fantasías o las puntillas o bordados que nadie osará tocar, su mirada proyecta virtuales estados de la materia. Materia que de pronto es naturaleza viva, como esos juegos que arma o estructura con las semillas del jacarandá. O los aires que descubre y hace volar con las flores del ceibo. ¿Rituales de alegoría? ¿Celebraciones del espacio? Lo uno en lo otro, quizá.
Porque lo que hay que entender, en definitiva, es que la obra de Nanzi Vallejo no busca la trascendencia, con dura obstinación. Simplemente la encuentra, en esa familiar fluencia de los lápices, de los pigmentos secretos, quizá también de los hilos que pueden tejer la vida. Naturalmente. Tan naturalmente como se respira o se sueña.
(Fragmento del texto curatorial de Jorge Taverna Irigoyen)
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Info
Museo Municipal de Bellas Artes "Dr. Urbano Poggi",
Sarmiento 530, Rafaela, Santa Fe