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En el Museo Benito Quinquela Martín se exhibe “El Banquete y Otros Platos”, pinturas, técnicas mixtas, pasteles, de Nicolás Menza (Buenos Aires, 1960).
Este artista que no se ha tentado por “lo nuevo” o por los condicionamientos del mercado ni por los circuitos legitimadores, está comprometido con el hacer y lo suyo es la reivindicación de la pintura, es decir, reclamar, recuperar su significado de la manipulación ejercida desde distintos sectores de poder. Su obra abarca diversos temas, entre ellos, la mujer, las naturalezas muertas, el mundo del grotesco.
Es precisamente éste el que Menza enfatiza cuando desenmascara a los personajes bufones, con mirada sesgada, bocazas ávidas, codo a codo con cerdos con los que se mimetizan que a su vez son el plato central del banquete y a los que están listos para clavarles el cuchillo, sacar tajada y hacerse el festín.
Como es habitual en este artista, la composición es compleja, teatral, el dibujo ostenta una línea sensible y a su vez contundente que compendia todas las debilidades humanas.
En algunas obras, sobre la mesa , hay una figura de mujer, también objeto de la codicia de los insaciables comensales. El desnudo que retrata Menza es despojado, descarnado, enigmático, distante, un cuerpo que se repliega sobre sí mismo, imagen de la soledad y el desasosiego. Esta representación es lo que está al alcance de la mirada, lo que subyace es una visión trágica de la contemporaneidad en todos sus órdenes.
Alejandro Boim (Buenos Aires, 1964) vive en Montreal (Canadá) desde hace cinco años y en los últimos tres ha realizado las dieciséis obras que presenta en Galería Zurbarán. En 1999 escribí que su pintura era narrativa, si, sin temor, con una gama cromática ajustada que ahondaba lo misterioso. Su narración es además, intrigante, cada cuadro presenta una situación insólita que mucho tiene que ver con la irreverencia, cierto escepticismo y profunda autocrítica que se desprende de su personalidad.
Su “Autorretrato” lo pinta de cuerpo entero: un martillo, un trompe l´ oeil, amenaza caer sobre su cabeza. En cuanto a las mujeres protagonistas de sus cuadros, están allí, desnudas o semidesnudas, en posiciones que no las favorecen ni carnaduras estilizadas, casi un tour de force para la mirada con personajes que asoman de rincones poco accesibles.
“El hombre sobre zancos”, se interna en un paisaje bucólico que se ve desde una puerta o el niño de espaldas que desafía la ley de gravedad y de cuyos ojos sale una línea roja. Este recurso aparece en otros de sus “thrillers”, porque así podrían definirse estos cuadros en los que algo violento o inesperado está por ocurrir. Y aquí reside uno de los factores más importantes, nada es estático, algo está latente, cada vez que se mira uno de sus cuadros se piensa en “¡cámara, acción!”.
Otro artista fiel a la figuración es Enrique Crosatto del que en coincidencia con su actual muestra en Galería Coppa Oliver se ha editado un libro con el corpus de su obra.
Sus primeros trabajos tienen el sello de su aprendizaje con Alonso, por ende, con reminiscencias spilimberguianas además de su admiración por artistas universales que frecuentó en museos europeos.
Más adelante, sus paisajes bucólicos con personajes remando o gozando de una salida campestre, escenas rurales o callejeras cotidianas, escenas de interiores tipo “le bain” o “la toilette”, acusan intimismo y un delicado tratamiento del detalle, obras directas, sin eufemismos, que le permite descubrir los aspectos poéticos de la realidad. Para Crosatto, el arte es un hecho sensible “una idea expresada con emoción” que se revela a través de su dibujo y su cromatismo.
Ariel Mlynarzewicz (Buenos Aires, 1964) continúa defendiendo su vocación de pintor que sigue las reglas de un aprendizaje severo en las fuentes del arte. Este artista de dilatada trayectoria cuenta en su haber con más de 30 exposiciones individuales en nuestro país y en el exterior y para el que desde su primera muestra en 1984 el tema es crucial.
Recuerdo su muestra en el Museo Sívori (1988) en la que ya se destacaba por su dominio del óleo, su vibrante color y su apoyatura en un excelente dibujo.
Veronese, Tintoretto, David, Poussin, Ingres, fueron sus admirados maestros universales así como los latinoamericanos Cuevas, Botero, Alonso.
En la galería de retratos que mostró en 1992, captó la ironía, la distancia, la bonhomía o la gravedad del gesto de algunos de sus retratados intentando hacer visible la supuesta verdad acerca de cada uno de ellos.
Abordó paisajes urbanos pero es decididamente la figura humana la que lo apasiona y a la que ha dedicado gran parte de sus búsquedas pictóricas. No teme mostrarse en su intimidad con su mujer y sus hijos—centro de su existencia—en una comunión de sus cuerpos y el abrazo en todas sus formas.
Artista versátil, no importa el medio que utilice, puede aparecer matérico, exuberante, también despojado, siempre apasionado. Así es la visión de estos últimos 10 años que mostró en el BAC.
Cuatro artistas, cuatro visiones diferentes de la figura humana, referente poderoso de la realidad, que si nos remitimos a Descartes cuando dijo “Pienso, luego existo” podría transformarse en “Si tu me miras, luego existo”.
Info:
Nicolás Menza. El banquete y otros platos, hasta el 20 de mayo, Museo de Bellas Artes Benito Quinquela Martín, Av. Pedro de Mendoza 1835.
Alejandro Boim, hasta el 4 de junio, Galería Zurbarán, Cerrito 1522. Enrique Crosatto. Personajes y lugares, hasta el 17 de mayo, Coppa Oliver – Arte, Talcahuano 1287
Ariel Mlynarzewicz, Cerró en el British Arts Centre, Suipacha 1333.