Si se puede decir que una muestra es exquisita, el calificativo le cabe sin dudas a la exposición que el Museo Nacional de Bellas Artes dedicó a Horacio Coppola, y a su hermano y maestro, Armando Coppola. Incluso a pesar de sus escasas dimensiones, la muestra cautiva de inmediato, tanto por la semblanza de un Buenos Aires pretérito y de sus personajes, como por la excelente calidad fotográfica de las obras expuestas.
Armando Coppola fue un fotógrafo amateur, aunque practicó la fotografí­a con fervor durante más de treinta años. Como su hermano, realizó unas imágenes memorables de Buenos Aires, aunque las suyas abarcan más bien los comienzos del siglo XX. También se volcó hacia las fotografí­as familiares y los retratos, como parte de un repertorio muy amplio. La muestra en el museo presenta, en particular, unos interiores deslumbrantes, que se cuentan sin dudas entre las mejores imágenes fotográficas realizadas en nuestro paí­s.
A su lado, su hermano y discí­pulo Horacio Coppola no se queda atrás. Unas pocas piezas dan cuenta de todo su talento y técnica, de una particular mirada sobre su entorno y sus modelos, y de una fina composición, entre espontánea y formalista.
La reunión de los hermanos a través de su trabajo fotográfico es una idea que sólo puede celebrarse. Pensada originalmente como un homenaje a los artistas, se trata, en realidad, de un homenaje a los amantes de la fotografí­a.

Cerró en el Museo Nacional de Bellas Artes, Av. Libertador 1473