Nota publicada online
Con el auspicio de la Cancillería Argentina, la Secretaría de Cultura de la Nación, y el Ministerio de Turismo de la Nación, el día 28 de septiembre se inauguró con gran éxito la muestra Washi, Luz y Color, en el Instituto Cervantes de Tokio en Japón.
Permaneció abierta hasta el 14 de octubre del 2011 y retornará a Buenos Aires donde se inaugurará el día 3 de noviembre en el Palacio Duhau- Park Hyatt.
Esta exposición organizada por Isabel Espinoza, Mami Goda y Matias Roth nace de un intercambio cultural entre Argentina y Japón donde se combina la antigua tradición japonesa y el arte contemporáneo. Para su debut en Japón contó con una gran afluencia de público y con la presencia de varios embajadores y diplomáticos de diferentes países del mundo.
Sobre la muestra
La luz revela el mundo que nos rodea. Sin ella, nada de lo que conocemos sería lo mismo. La luz da calor, nos nutre y nos da vida. Nuestro cerebro usualmente no ve la luz como un hecho aislado fuera de los objetos y percibe las diferentes combinaciones lumínicas como sentimientos.
Estamos tan acostumbrados a ella, que nos olvidamos de su trascendencia. En cambio los artistas se relacionan con ella constantemente, la acechan, la estudian, juegan, la ignoran adrede, ya que les resulta fundamental para aquello que necesitan expresar.
A lo largo de la historia, cada pueblo fue construyendo y refinando una relación distinta con su entorno. A medida que su tecnología y su ideología se desarrollaban, se fueron creando diversas visiones sobre la realidad y cada pueblo fue forjando de esta manera una identidad propia y una relación particular con la luz. En los países donde la luz es más cruda, como en los de Oriente, la gente aprecia una iluminación más tenue donde se busca el juego entre las luces y las sombras como una representación de aquel misterio impenetrable que es el universo. En cambio, en el Occidente de los últimos siglos, la verdad científica intenta abolir el misterio, haciendo caso omiso de las sombras, por eso tiende a iluminar su entorno lo más posible, desterrando la noche de nuestras vidas.
Las lámparas orientales de papel incorporan una combinación de luces y sombras, con iluminaciones tenues y delicadas. Cuando la luz atraviesa el papel, se genera un ambiente de calma y profundidad en el cual los objetos se funden con el espacio propiciando un clima de meditación y silencio.
Las artes visuales nos llevan a un estado de introspección, introduciendo un pensamiento no convencional, conectando a través de la luz aspectos poco explorados de nosotros mismos.
La tradición de las lámparas de papel es muy antigua en Oriente y se ha hecho famosa en todo el mundo. Esta tradición está siendo incorporada y aceptada en la mayoría de los países occidentales, en los que se ha generado una fascinación por esta clases de objetos.
Nuestra idea es incorporar esta tradición a la obra de arte, combinando estos dos mundos, a través de la imaginación de nuestros artistas, creando así un universo de imágenes enraizadas en una antigua tradición, un mestizaje. A través del arte y la luz se pueden sugerir al espectador nuevas conexiones que lo transportarán y lo conectarán con su fantasía. De esta manera, el arte volverá a cumplir el rol de soñar y hacer soñar.