Nota publicada online

miércoles 29 de julio, 2015
Tekoporã, Arte indígena y popular del Paraguay
Arte como resistencia
por Marina Oybin
Tekoporã, Arte indígena y popular del Paraguay

La exposición Tekoporã coincide con la conmemoración del sesquicentenario de la Guerra Guasú o Guerra de la Triple Alianza, en la que se enfrentaron Argentina, Brasil y Uruguay contra el Paraguay (1865-1870). La muestra no aborda temáticamente este conflicto pero propone reflexiones desde las expresiones artísticas que sobrevivieron al desastre.

Sumergirse en las entrañas del arte del Paraguay. Esa es la poderosa sensación que uno tiene cuando recorre Tekoporã, Arte indígena y popular del Paraguay. Son más de 200 piezas provenientes del Museo del Barro de Paraguay y otras de museos argentinos. Está presente el arte de étnias como la Guaraní, Ishir, Maká, los Ayoreo, Nivaklé, y el arte popular paraguayo, desde el siglo XVII hasta hoy.

“El término tekoporã está compuesto por dos palabras: tekó significa modo propio de ser, cultura; porã nombra al mismo tiempo a la belleza y al bien: para ellos una ética es una estética. El tekoporães el buen vivir colectivo, el vivir con belleza. Este ideal ético guaraní se extiende a las otras etnias y a los sectores populares de tradición mestizo-guaraní que viven en el Paraguay”, dice Ticio Escobar, curador de la muestra y director del Museo del Barro. Estudioso de las culturas indígenas, Ticio es considerado el crítico de arte más importante del Paraguay.

No es frecuente experimentar la sensación de sumergirnos en otra cultura, en otra cosmovisión. Hay obras que resultan hipnóticas. Una hermosa talla policromada del Cristo de la divina sangre condensa una tradición iconográfica que surge en el siglo XVII y hoy persiste: el ángel sostiene la copa en la que cae la sangre que emana de Cristo.  

Apenas uno pasa un pasillo donde baja la temperatura ambiente, se encuentra con el fabuloso arte plumífero. “Las plumas tienen distintas funciones. Son distintivos individuales: marcan si la persona está casada, si es viudo, si está buscando esposa. Tienen también funciones rituales ceremoniales: los hombres se relacionan con las divinidades a través de la apariencia transfenoménica que dan las plumas, que los vuelven seres sobrenaturales. Los chamanes usan las plumas con un sentido mágico propiciatorio: para curar, como psicoanalistas, médicos, poetas, y a veces por cuestiones terapéuticas. Se embadurnan todo el cuerpo con pegamento de cera y se llenan de plumas. Es una intervención chamánica, una fuerza, una creencia. Yo soy racionalista, pero que se curan, se curan”, explica Ticio Escobar.

Un cazador aché desnudo, bañado en sangre, lleva en su espalda una descomunal cabeza de tapir: los ojos abiertos, el pelaje casi intacto, desmembrado. Esa gran fotografía de más de un metro de alto, tomada en 1982, estremece.

Cerca, se ve un yacaré tallado en madera balsa de más de dos metros y medio de largo. Es un disfraz ritual para chicos. Se meten en la talla y se arrastran: el animal se desplaza. A unos pasos, hay una impactante serie de máscaras deformes. Con ellas, desde el siglo XVII, las culturas indígenas paraguayas representan a sus enemigos. Se ven rostros afectados por enfermedades, labios leporinos, anomalías atroces. Los penitentes, que hicieron promesas a los santos patrones, se exponen a la burla pública para pagar sus pecados. Cumplir la promesa simboliza escarnio y reparación. 

Hay vainas de proyectiles devenidas bellísimas pruebas de vida y amor. En la guerra del Chaco, los soldados no tenían forma de enviar cartas. En vainas de bronce de distinto tamaño, grabaron corazones, pájaros, flores, hermosas escenas que enviaban a sus novias o madrinas de guerra. Uno se imagina a los soldados transformando la esencia de esas vainas. Son obras deslumbrantes, amorosas, creadas en medio del espanto.

Ticio Escobar

Las culturas indígenas del Paraguay eran abstractas. Con la llegada de los españoles y la influencia colonial, comenzaron a incorporar la figuración. Sincretismo que hoy persiste. “Resistieron como un conflicto de sentido. Para ellos el barroco era de un mal gusto espantoso porque el ideal guaraní es simple, centrado, armónico, sin desequilibrio y completamente despojado de líneas y colorinche. Cuando viene un arte revuelto y descentrado, a ellos les pareció horrendo. En las misiones jesuíticas se les impuso esta imagen y ellos resistieron a través de una imagen completamente esquemática, que aunque es figurativa, recupera su esquematismo inicial”. 

Ticio considera que una pieza deviene obra de arte  cuando logra condensar verdades. “Tienen otro mundo atrás que precisa la belleza para manifestarse, que es una apelación a la apariencia y a la sensibilidad para trabajar verdades: eso lo diferencia de una cosa puramente ornamental o meramente artesanal, que no tiene un mundo atrás. Estas obras remiten a mundos míticos, mundos mágicos, mundos de vida, de sobrevivencia. Mundos de resistencia”.

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Museo Nacional de Bellas Artes, Av. del libertador 1473

Pabellón de exposiciones temporarias. Planta baja

Días: martes a viernes de 12.30 a 20.30 Sábados, domingos de 9.30 a 20.30

Visitas guiadas: martes a domingo 16 hs.

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