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Integrada por 120 fotografías tomadas desde 1980 hasta la actualidad, la muestra del autor de la célebre imagen de “la niña afgana” publicada en la
tapa de National Geographic en 1985, puede verse hasta el 25 de marzo, en el Centro Cultural Borges.
Un monje que estudia las escrituras, en un monasterio en Tailandia; dos hombres jóvenes que salen de la entrada de una mezquita a la calle en la que se concentran los vendedores de pájaros, en Kabul; o una aprendiz de geisha maquillada y ataviada con su vestidura ornamental que camina fuera del subte de Kyoto, son algunas de las situaciones que el fotógrafo Steve McCurry (Filadelfia, 1950) ha preservado en imágenes a lo largo de sus más de 75 viajes por el mundo, y que hasta fines de marzo, pueden verse como parte de la muestra “Culturas”, en el Centro Cultural Borges.
Articulada en cuatro ejes temáticos que comprenden: Lo cotidiano, Historias en un rostro, La mística de lo sagrado y Cultura en crisis, la exposición
reúne un nutrido conjunto de fotografías capturadas en geografías que McCurry recorrió durante años, a través de numerosas estadías en Tibet, India, Afganistán, Sri Lanka, Japón, entre otros destinos.
“Empecé a viajar en 1979 y a partir de entonces, pasaba nueve meses viajando en misiones o simplemente sacando fotografías por mi cuenta”, señaló el fotógrafo durante la inauguración de la muestra y destacó que su primer viaje a India, en 1978, tuvo gran influencia en su vida y lo llevó a pasare gran parte de su vida fotografiando el continente asiático. “Lamentablemente no he podido pasar mucho tiempo en Sudamérica y Argentina, pero en el futuro, espero poder volver y trabajar en algún proyecto fotográfico, pues realmente estoy muy impresionado con mi experiencia con la gente de aquí”, señaló durante su visita en Buenos Aires.
En la mayoría de los casos, los escenarios que muestra este fotógrafo norteamericano, miembro de la agencia Mágnum desde 1986, han sufrido profundos cambios políticos, sociales y culturales durante los últimos tiempos. La guerra de Irak e Irán, la desintegración de Yugoslavia, la Guerra del Golfo y la situación en Afganistán son sólo algunos de los conflictos que cubrió McCurry. De modo que, “ciertas imágenes constituyen para él, una última mirada a muchos de lo que se toma por identidad cultural en el mundo”, señala Virginia Fabri, curadora de la muestra, que además cuenta con el auspicio de la embajada de Estados Unidos.
La historia detrás del rostro
A través de la lente de McCurry, las personas retratadas se transforman en representantes de exóticas culturas recreadas con precisión, sensibilidad y profundo sentido estético. La mayoría de ellos, ignora además que su imagen fue publicada. Tal es el caso de la niña afgana, cuyo rostro fue preservado en 1984 y se convirtió en portada de National Geographic.
A principios de la década del 80, Steve McCurry se disfrazó con una vestimenta nativa y cruzó la frontera de Pakistán hacia un Afganistán controlado por los rebeldes, poco antes de la invasión soviética. En 1984, el fotógrafo capturó la imagen de Sharbat Gula, una niña de 12 años, que estaba en el campamento de refugiados Nasir Bagh, en Pakistán. Luego, su rostro recorrió el mundo.
“Es la fotografía por la que soy más famoso, quizás las personas no saben quién es Steve McCurry, pero mucha gente conoce la foto de esa niña. Y es una historia realmente increíble porque pudimos redescubrirla y reencontrarla después de 17 años y no teníamos ningún dato sobre ella, ni nombre, ni dirección”, contó el fotógrafo.
Para McCurry, el hecho de haberla reencontrada en 2002, cuando Sharbat tenía unos 30 años fue maravilloso. “La mejor parte, es que realmente pudimos mejorar su vida y darle ayuda financiera, pudimos fundar una escuela para niñas en Afganistán, que no habían podido tener acceso a la educación durante el régimen talibán”.
A propósito del reencuentro, McCurry contó que fue un episodio interesante, porque ella no tenía idea de que su imagen había sido publicada ni que había sido reproducida cientos de millones de veces. “Un periodista pakistaní fue explicándole la situación”, que ella se había transformado en un símbolo de belleza, una imagen de esperanza para muchas mujeres en su misma situación y una inspiración para muchas personas que se volcaron al voluntariado en campos de refugiados.
“Lo curioso es que en su cultura, las mujeres no pueden encontrarse o mostrarse ante hombres que no sean familiares, esposo u hermanos, y en este caso, fue increíble que ella y su marido nos dejaran fotografiarla”, comentó McCurry emocionado, que reconoció sentirse muy cercano emocionalmente a las situaciones y a la gente que aparece en sus fotografías.