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El fin de semana del sábado 13 y domingo 14 de mayo los artistas del alto de San Isidro recibieron al visitante con sus obras y las herramientas listas para que todos se arremanguen y produzcan.Organizado por la Subsecretaría General de Cultura de San Isidro, medio centenar de espacios mostraron sus obras y compartieron charlas y actividades.
Sol, talleres abiertos, gente circulando de Libertador a Panamericana y del centro comercial de San Isidro a Beccar. Circulando y haciendo obra, tomando pinceles, con las manos en los tornos, charlando con los artistas. Se fue la primera jornada de Puertas Adentro, que cerró el domingo y convocó a más de 200 artistas del Alto de San Isidro en medio centenar de espacios.
“Nuestra misión es favorecer el contacto de los artistas con el público, con el que sabe y también con el que empieza a familiarizarse con el arte. Y lo hacemos a partir de un proyecto que es un bien social y sintetiza el esfuerzo y la sinergia entre el sector estatal y privado”, expresó ayer Gustavo Posse, intendente de San Isidro, en el taller Madame Schablon, donde se interiorizó sobre la técnica de la serigrafía y realizó su propia obra.
“Estamos felices, el clima mostró su mejor cara, los artistas, como siempre, exhibieron su don de buenos anfitriones y lo mejor de sus obras, y el público recorrió con ganas y se hizo protagonista, como nos encanta que ocurra”, dijo en su recorrida por los talleres Eleonora Jaureguiberry, subsecretaria general de Cultura de San Isidro, a cargo del encuentro, totalmente gratuito.
A Carina Balbiani la encontramos en el jardín de su casa, en Alsina al 1300, pintando una vieja máquina de coser, a la espera de los visitantes. A su alrededor, sus óleos y acrílicos. “Tenía mi taller en Tigre, pero ahora trabajo en casa. Esperemos que venga mucha gente”, dijo sonriente la artista, de 80 joviales años y debutante en la movida.
Del otro lado, en Beccar, un ramillete de talleres. Entre ellos, el de Ana Paredes que mostró orgullosa sus fotograbados, en tonos negros, grises y sepias. Plantas, bosques, senderos. “Empecé con esta técnica hace poco más de dos años. Me encanta esta forma de conectarme con el público, en mi casa y sin intermediarios”, confesó Ana en el living, donde también exhiben obra dos artistas invitados.
“Me gusta esta iniciativa, porque moviliza y conecta a la gente con los artistas”, aseguró María, una vecina, que recorrió con sus nietos El Pescanario, del artista Matías Ostilli, que se estaba preparando para el taller de arte culinario para chicos. Enfrente, Valeria Taboada, artista de Tigre, daba las primeras pinceladas a un mural en una pared cedida por un vecino. A su lado, Valentino (10) y Jazmín (7), sus hijos, que le cebaban mate y aún no se habían animado a dejar su impronta en la obra, un enorme calamar con fondo marino.
Obra en las veredas, como en el Consejo Escolar, donde el garaje se había convertido en una gran galería a cielo abierto; un cartel en la puerta de María Iturralde que anunciaba Choris con arte, pasillo al fondo, entre tallas en vivo, pinturas y serigrafías, y librerías-café, como Punto de Encuentro (Ituzaingó 112), donde grandes y chicos dibujaron escribiendo con letras, sueltas o en frases completas, sobre un papel desplegado en la mesa. “Quise estar a tono con el lugar, los libros, las letras”, explicó Vivi Azzati, que exhibe animales pegados sobre hojas de libros con faltantes o humedecidos, y hoy rifará lo hecho, que será mucho, entre los que quisieron participar.
En Mama Lola (Acassuso 675) los tres tornos de Graciela Noguera no tuvieron respiro y en el Colegio de Abogados una docena de jóvenes se animó a pintar con modelo en vivo, una joven con la camiseta de la selección argentina de fútbol, en referencia a la copa que se viene, bajo la atenta mirada del profesor Enrique Burone Rizzo.
“Grandes y chicos pegaron sus estampas de fotos de sus familiares en un árbol genealógico que creció con el aporte de todos, como parte de la propuesta Inmigrantes”, explicó la serigrafista Allison Lelawski, dueña de Madame Schablon (Maipú 182), junto a un dibujo enmarcado que le entregó la dueña de ese local en el que aparecen sus papás llegados de Italia en 1893. Allí, hubo música en vivo y en la vereda con La Banda del Viejo Mundo y su repertorio de Europa Central y del Este, entre recuerdos de inmigrantes, algunas copas de vino y cosas ricas para picar que circularon generosas.
Casi al mismo tiempo, caído el sol, en Casa B (Belgrano 564) se lucían figuras desnudas en acrílicos aguados y carbonillas, y también en esculturas. Su autora, la arquitecta Adriana Bozzi, primeriza en el festival, invitó a todos a quedarse al cierre. Un fin de jornada en el pintoresco patio seco, que la encontró micrófono en mano, junto a un tecladista, cantando boleros y blues debajo de la parra.
Y así transcurrió la tarde de un fin de semana que quedará en la memoria de sus protagonistas, una red de artistas diversa, potente y solidaria que no solo abren sus talleres sino que, además, salen en busca de su público y establecen vínculos. Celebramos esta nueva edición y esperamos la próxima!