Nota publicada online
En Oda Arte, Osvaldo Decastelli exhibe “Between Us” curada por Daniel Fischer
“La función de la memoria es proteger las impresiones del pasado. El recuerdo apunta a su desmembración. La memoria es conservadora, el recuerdo es destructivo”. Walter Benjamín
El trabajo y el lenguaje – El recuerdo y la memoria – la conservación y el poder destructivo.
Para Walter Benjamín el lenguaje es concebido como mediación entre experiencia y conocimiento, pero también es acción y, en suma, realidad; sobre estas impresiones y el ejercicio de la memoria, el recuerdo y la conservación, los cuerpos encuentran o recuperan su capacidad aurática, su razón de ser y su pulsión vital; aquí el punto crucial en la obra del artista Osvaldo Decastelli.
Durante años, Decastelli se ha ganado un espacio para discutir este estrecho vínculo entre la concepción del lenguaje y el hacer, sobre el lenguaje general y el lenguaje desarrollado o adquirido por él, a lo largo de su trabajo.
Desde 1984 el diálogo sostenido con el cartón corrugado (corrugated cardboard) estuvo centrado en la jurisprudencia del material, también, en sus posibilidades expresivas. Al mismo tiempo ha hecho exigible y desproporcionado el esfuerzo del espectador por “abrazarlo” y tener que decidir y situar su “goce” estético y reflexivo para con él.
En ese audaz “Between Us”; entre el desplegar y desapego de las hendiduras, el tiempo retenido entre los pliegues y el choque con la actualidad del espectador, siempre se hizo presente una política sostenida por el espíritu de la materia y lo que la marea de su trabajo lo interrogan, una política quizás residual, potencial y silenciosa que brega siempre por restituir una memoria y olvidar un recuerdo; por filtrarse entre el recuerdo y la memoria, entre la conservación y su poder destructivo.
Conjunción, pérdida y retorno.
Con el paso del tiempo Decastelli ha corrido el corrosivo velo de la figuración y la evasión de su espacio de narratividad. Descarnar “Piel y pliegue”, “arrancar las entrañas”, “buscar una fisonomía escondida”, “perder y alivianar el cartón” como dice el autor, siempre fueron ritmos interiores, centrales y elegidos para un adiestramiento inexorable, profundo y que aún lo conmueven y perduran en la trayectoria del trabajo.
Las conjunciones, combinaciones y articulaciones: frontal-posterior, adentro-afuera, cóncavo-convexo, hacer-deshacer, bloquear-arrancar, vincula-auscultar con cierto tinte abrasivo y sofoco erosivo, hicieron y aún hoy hacen arder, una constante pulsión que no cede, una memoria matérica que insiste y permanece en el interior de un “guión”, de una discusión propia e inconmensurable; de un Between Us.
Por eso Between Us hoy se constituye como una de las más contundentes acciones o manifestaciones políticas que resume el trabajo de Osvaldo Decastelli en la galería Oda; al mismo tiempo, y como quien vuelve a casa luego de largo tiempo, plantea el retorno y la confrontación de una lejanía imaginaria; la pertenencia de una pérdida, el desgaste y la separación en lo violento, la visibilización de lo negado y el vínculo inquietante que mira y oculta en su distancia imaginaria, la búsqueda de respuestas: ¿qué nos divide?, ¿qué nos separa?, ¿qué nos define y nos revela a todos en su otredad? ¿Qué hay entre nosotros?
La pared y sus hendiduras (The wall 2022) El bloqueo.
Una gran cortina de 11 metros en suspensión bloquea una pared de manera inminente en el espacio mayor de la galería Oda.
Esta pared ya no revela obra, el bloqueo se ha transformado en obra.
Los artilugios formales y la escala ayudan a tomar conciencia de la ciencia asertiva del artista y a producir una demora en el pensamiento, a provocar mediante un recurso no menos intrusivo, un posible extrañamiento en la acción.
Sin embargo, como dice Beatriz Sarlo:
«Nada puede ser terminado por completo, todo trabajo supone una construcción en abismo, en la que cada pliegue remite a otro pliegue, y desplegar las hendiduras de un texto o un recuerdo conduce al encuentro de nuevas hendiduras»
Durante algún tiempo, la pintura negra y el trabajo de capas, el calado como así también presión y golpe en el cartón, coagularon instancias decisivas en el artista. Las mismas fueron instrumentadas para ocultar o develar aspectos del trabajo y su invención. También la fotografía en otras ocasiones le posibilitaron la búsqueda de una ficción y un descentramiento misterioso en lo miscible. Sin embargo, hoy ese gesto, ese obrar en obras pretéritas o pasadas, se ha vuelto la referencia central de todo su trabajo.
El inminente paño (the wall) a modo de una cortina imperial negra, con pequeños pliegues y hurtos en su superficie, se ha transformado en un suspensivo instrumento visual y desde lo visual en una irrupción que plantea una política de lo visible: ¿qué hay? entre nosotros;Between Us. En propias palabras del autor; la difícil y recóndita tarea de “sacar, arrancar o penetrar en los secretos de algo en algo, de algo en alguien, de alguien en alguien”.
La acción material y no menos monumental invitan a un inevitable planteo existencial y subordinado, como lo hicieron muchos artistas en el inicio de las vanguardias invitándonos a viajar desde una forma formada a una formante.
A pesar de ello The wall exige un trabajo compartido y no menos cautivador, una revisión entre derecho y violencia, entre el bloqueo e invitación, al menos, con el modo en el que lo venimos entendiendo el campo de las discusiones actuales en el campo del arte; el límite y lo liminar, la ventana como escape o el bloqueo y la superación en términos de signo y actualidad.
En un texto entrevista realizado por María José Herrera, La Materia y sus Imágenes, hay dos imágenes poderosas que podrían fundar esta obra y este obrar; ambas pertenecen a dos recuerdos memorables por parte del autor en su niñez; levantarse y verse sentado en su cama diciendo ¡Hoy tengo que inventar algo! y la insoslayable escena de ver a un vidrierista preparando la colección para la primavera de Thompson y Williams.
The wall, funciona en ese mismo “plano ficcional”; entre la esperanza y el desasosiego detenido en el límite de una vidriera, entre el presente y la escena futura inalcanzable detrás de algo ciego.
Lo perturbador del caso, (the wall) es que el espectador no puede más que adaptarse a toda función no relacionada con la memoria, en otras palabras, al estar totalmente entregado a lo negado; la propuesta sin más es auscultar y tapar la pared. La función de la mirada eclipsada en el detalle de su trabajo y sus relaciones posibles se vuelven cómplices, ya que no pueden anunciar lo desaparecido, quedando inhibidas y restringidas en el detalle.
Vestigios y maniobras
Pequeñas piezas de tablero (como vestigios de una memoria ciega) también giran en la sala con el propósito de sensibilizarlos sobre “el entre”, no obstante, suspicazmente el artista espera como en The wall, la revelación del espectador, que el sentimiento situado sea vencido gracias a su labor, la labor épica y erótica y no menos violenta de crear con nuestra inventiva e imaginación el futuro en lo presente.
El espectador podrá recordar que entre 1960 y 1965 Lygia Clark intentaba ecuaciones aparentemente similares desde lo formal con su serie Bichos. Cuadrados, triángulos y círculos ensamblados proponían una experiencia sensorial y relacional para con el espectador en el encuentro de pliegues con sus formas. Las piezas así anunciaban una forma vívida y dúctil en el trabajo con el otro. Sin embargo aquí la acción es diferente, distante, contemplativa y perentoria.
En esta maniobra, “atados de manos”, se espera que los recuerdos y esperanzas constituyan un punto de enlace y que la líbido encuentre algo disponible en la obliterada pérdida, para salir ilesos, para tener un poder resiliente y adherir nuevos objetos, que son parte del sustrato de lo imaginado o que en definitiva son parte de lo propio en lo ajeno, parte de aquello que nos separa en el encuentro con una lejanía.