Nota publicada online
Roberto Tabbush presenta sus pinturas del 6 de septiembre al 8 de octubre en Galería El Socorro. Esta es la quinta muestra individual del este artista, que participa de la escena artística nacional e internacional desde los 80.
Roberto Tabbush nació en Montevideo de padres argentinos y ha mantenido una permanente conexión con ambos márgenes del Plata. Se formó en Buenos Aires con Vicente Puig, C. Rivero Rodrigo y Jorge Dermijián. Su destino lo hizo viajero, Africa, Bolivia, la selva amazónica los océanos y los ríos se reflejan en su obra.
Y recordar que el tiempo es otro río,
Saber que nos perdemos como el río
Y que los rostros pasan como el agua
Jorge Luis Borges, Arte Poética
En estas palabras de Borges podríamos resumir el eje principal de las obras de Roberto Tabbush: el agua, de presencia imprescindible, ha dejado pasar los rostros de momentos figurativos dando lugar y protagonismo a los colores.
En su visión del paisaje, el color armoniza la escena. Al borde del agua, en el cielo, en el suelo y en cada una de las pinceladas que van cubriendo la tela blanca.
Tabbush viajo mucho, ha recorrido, vivido y conocido mares, tierras y cielos en distintos puntos del globo. Sabe que la luz es diferente en cada lugar. Los atardeceres del Uruguay no son como los de Buenos Aires, pese a reflejarse un mismo sol en las aguas de un mismo río. En la orilla uruguaya lo hace de un modo plateado, mientras que del lado argentino se ve suavizado por el amarillo.
¿Cómo llegó el amarillo a su obra? ¿Estaba acaso allí desde hace tiempo de un modo sutil? Una niña de vestido amarillo parece haber viajado desde Bolivia a Paraguay y de allí al Africa. Quizás no en ese orden exacto, pero siempre ocupando un espacio en la composición equilibrada de cada obra. Dando textura, generando una atmósfera, transmitiendo una sensación de alegría pura, candorosa, sin doblez.
Descendiente de un navegante que decidió amarrar su embarcación en estas orillas, Tabbush viajó desde la niñez a la costa uruguaya. Allí sus obras son río y mar. En ese permanente irse y llegar a cada lado del Río de la Plata nace una fascinación con el agua. Agua que brilla y esconde misterios. Agua que nutre verdes muy diferentes a los de la selva boliviana que supo retratar, que crecen y se enredan en cielos difusos, donde nieblas y brumas hacen difícil precisar si los edificios y construcciones son algo más que rastros de civilización.
En sus obras recientes los verdaderos habitantes del espacio son los colores, que como observaba Ives Klein son criaturas vivas de alto desarrollo individual. Siempre a partir de un amarillo, ellos moderan la temperatura del paisaje. A veces tan intensamente que llegan a los rojos, otras tan tenue, que se fusionan con una exquisita paleta de grises.
Grises y amarillos resultantes de capas, pinceladas y pacientes combinaciones, se expanden en la tela e invitan a recorrer las huellas que cada decisión del artista ha dejado a su paso.
Tabbush, construye paisajes con una luz integradora de tantas y tan diversas geografías. ¿Cómo plasmarla en la tela? Es claro que los óleos y sus combinaciones no alcanzan, porque la distancia que le impone el pincel lo preocupa. Entonces es su mano, un trapo o un trozo de cartón, los que imprimirán el gesto personal a cada una de sus producciones.
Su obra, como su vida, se encuentra en un punto de maduración exacto; donde ha logrado consolidar una mirada rica en experiencias, alegre y optimista como el amarillo al cual ha dado un lugar destacado en las pinturas.
Lo reflexivo del óleo, va de la mano con la calidad que ha desarrollado para plasmar lo infinito de lo mínimo. El trabajo en el taller y la lectura articulan la atmósfera que cada una de sus pinturas transmite a un espectador ávido de espacios para la reflexión y la contemplación.
Tabbush nos presenta hoy sus últimas composiciones donde la reducción de formas crea franjas de colores que dividen tierra, mar, río y cielo. Paisajes abstractos de un artista coherente consigo mismo y preciosista, que ha incorporado nuevos desafíos a su producción artística sin por ello dejar de lado su sueño de emocionar al espectador.
Cecilia Medina, julio de 2017