Nota publicada online
Raúl Díaz crea espacios imaginarios, misteriosos y de ensueños, evocando recuerdos e impresiones de su infancia. En esos escenarios, que evidencian su formación arquitectónica, despliega motivos circenses, personajes y elementos recurrentes. En su actividad escultórica aborda temáticas análogas a las que presenta en sus pinturas.
La obra de Raúl Díaz coincide en el momento de su primer despliegue de imágenes con los movimientos de retorno a la pintura que se manifestaron en los principales centros urbanos del mundo a fines de los ’70, y que tuvieron su auge en los ’80. La transvanguardia italiana es, quizás, su fuente más nítida, en especial por el trabajo con la cita de la historia del arte. Aunque en el caso de Raúl Díaz, como ocurre con muchos artistas de lugares periféricos a los principales centros de producción, la cita toma la forma de una apropiación y de una reelaboración. En la primera parte de su obra, aparecen los personajes y el mundo del circo, que vienen de Picasso, y un clima onírico, misterioso, que recuerda a los climas de los metafísicos italianos. No obstante, estos elementos son elaborados de una manera singular: los personajes del circo juegan, encuentran su amante, instalados en un espacio escenográfico que procura un marco de verosimilitud a la fantasía. Y un hecho curioso, aunque común a muchos artistas de la periferia: los cuadros de Raúl Díaz tienen un rasgo deliberado de arcaísmo. Varios críticos los han comparado con frisos.
Cuando uno observa su obra en el tiempo, se puede apreciar una especie de novela pictórica, por llamarla de algún modo. Cada cuadro es un pequeño relato, que dialoga con otro a través de los personajes, sus distintas posiciones y la variación en el color. En estos relatos no hay, sin embargo, nada evidente, son enigmáticos y poéticos. Da la impresión de que el hecho estético es, para Raúl Díaz, la indicación de un misterio, que ningún relato puede colmar.
Hay luego un movimiento de las figuras, con el paso de los años, que va desde los personajes circenses a otro conjunto: los durmientes, los amantes, la canoa. Lo escenográfico desaparece, se reduce a una sencillez hierática, y lo poético se vuelve más simple y despojado, pero más intenso. Hay una dimensión mítica que aparece en esta zona y que diluye la parte más espectacular de la figuración anterior. Aquí el misterio se revela de una forma más prístina; la voluntad figurativa se resuelve en gestos mínimos y precisos.
Se trata de un tránsito hacia la abstracción, que se aclara y se define en esta nueva muestra, cuyo título es Andar en el agua. Raúl Díaz avanza en la desintegración de los elementos figurativos y de la pintura como género, mediante la transformación del acto de pintar en un proceso de producción más complejo, que culmina en las resinas. La figura está reducida al mínimo, casi a punto de desvanecerse. En los distintos soportes (resina, relieve, esculturas), Díaz plasma con mínimos elementos un concepto sutil e intransmisible, más sensación que idea, como lo es el movimiento en el agua.
Mariano Serrichio
Área de Investigación del Museo Caraffa
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Hasta el 24 de febrero
Museo Emilio Caraffa: Av. Poeta Lugones 441, Córdoba