Nota publicada online
Invitados por la Academia Nacional de Bellas Artes, diez grabadores de primera línea, cada uno con diálogos personales con la técnica y los soportes, en una muestra que se disfruta por estas y otras cualidades en el Sívori.
Si hay un sitio en la ciudad que en enero sea capaz de reunir dos o tres propósitos interesantes es el Museo Sívori, un muy buen plan que puede salir redondo. Rodeado del Parque Tres de Febrero, la doble arquitectura tiene la temperatura ideal dentro de las amplias salas, una tienda poblada de cosas interesantes, un bar de buena gastronomía que se disfruta tanto en el patio como dentro del recinto con clima refrescante. Y para más, el Premio Trabucco a la disciplina Grabado nos introduce en una selección apasionante.
Como se encargaron tanto el presidente de la academia, Alberto Bellucci como la presidenta del Premio Trabucco, Matilde Marín, la selección se hace mediante un comité que debate trayectorias y presente de cada invitado. La aceptación consiste en presentar tres obras conectadas entre sí, una buena idea para evaluar lo contemporáneo como discurso, que no tengan una antigüedad mayor de tres años. Los resultados se debaten a finales de 2016 cuando se acuerda la entrega de premios y la apertura de la muestra. De modo que los artistas seleccionados tienen tiempo para pensar su presentación, tomando el contenido de algunos de los textos escritos sobre cada obra y su breve CV, se edita un catálogo libro con mucha anticipación a la premiación, por lo que en el mismo no hay menciones.
El Premio se lo lleva una obra frágil pero a la vez muy potente, capaz de reescribirse en varios soportes, significando más o menos un conjunto de cosas que hacen del soporte papel una base para derribar muros y límites. Andrea Moccio se lleva un merecido galardón, no sólo por su año excelente, sino por la coherencia de perseguir a un soporte hasta hacerlo moldeable a cualquier deseo. Lo que parece una gran oreja pero es un relleno adosado a un hueco de un árbol, o los pliegues casi añosos que, impresos sobre el papel de fibras, con una delgadez y disposición que logra que perciba cualquier mínimo cambio de aire en la sala. Muy bella obra, coherente con toda la línea de sus últimas producciones.
Mención del jurado y adhiero, creo que es muy singular el trabajo de Roberto Koch. Sus “Desiertos de artificios”, o “de memorias” o “de otredades” son piezas de una narrativa personal, mitad dibujística mitad pictórica, sin debate su manejo de la xilografía de calidad, que logra fácilmente que entremos en ese universo nocturno.
Una pieza que merece toda la atención del visitante es la de Pablo Lehman, sobre todo esta pieza de 120 x 86, “El último diccionario (A-D)”, donde el uso tan preciso del calado de Lehman produce una reverberación de varios planos de profundidad, una proeza que tiene una gran belleza. Además tiene un plus: un mecanismo simple de ajuste donde las piezas grandes se apoyan en un sistema de soportes muy invisible, le pone magia y le devuelve miradas elogiosas por lo bien que cierra todo.
El caso de Osvaldo Decastelli es interesante, pues testimonia ese placer de encontrar un compañero de ruta como es el cartón para Osvaldo, que le ha permitido desde hace décadas, forzar la potencialidad de sustrato, forma y soporte que tiene un material noble como es el corrugado, y todas las variaciones que exploró este artista. Aquí y ahora haciendo que se vea gráfico y a la vez muy pictórico con la misma capacidad de opacidad del material mismo. Bella y muy intimista en cambio, es la obra de Marta Belmes sobre el valor de los sobres y los destinatarios tanto como de otras curiosidades sin estridencias de la que habla la buena forma de Belmes en estas piezas que inducen un contemplar sereno.
Destacan las potencialidades del collage, de las técnicas mixtas y las partes que arman un todo, muy eficaz en las columnas de Rafael Gil, un artista que ya ha incursionado en formatos macro para la disciplina. Más al estilo sujeto al plano en Goyanes con esa huella superpuesta de los viajes- travesías entre una vida y otra. O las estructuras lúdicas y expresivas de Pablo Delfini entretejiendo narraciones a partir de una serie de operaciones sobre el impreso. O Paula Hacker hablando de dos realidades superpuestas como en un espacio fuera del tiempo.
Se destacó en todos el uso racional que se le está dando a los materiales desde hace ya unas décadas. Papeles menos agresivos para el medio ambiente, reciclados de diferentes fibras, tintas orgánicas y procesos con menos solvente, menos manualidad y mayor control de la imagen.
La muestra se percibe sólida, todos los artistas destacan en esta excelente selección.