Nota publicada online
Con una recepción impactante de más de quinientas propuestas, el Premio Fundación Jorge Federico Klemm a las Artes Visuales, deja una vez más un sello en la premiación que distingue a artistas para integrar una colección singular.
Desde finales de los noventa el Premio Klemm instaló una convocatoria muy aceptada por todos los artistas, que se percibe justo en el momento, si se participa el día que todos los seleccionados se aprestan a esperar el veredicto del jurado. La alegría que produce la distinción es palpable, considerando el jurado que elige, prestigiado siempre por algunos notorios miembros de la ANBA. Klemm, quien falleció en 2002, dejó testado que la Academia Nacional de Bellas Artes sea contralor y depositaria de su administración, para que el ciclo no se interrumpa.
Desde el 2001 se transformó en lo que es actualmente, un premio que selecciona un abanico muy amplio que excede plenamente la noción de disciplina para abrirse a todo tipo de soporte e instalación. De 554 artistas presentados a 34 seleccionados, se eligen dos a quienes se les otorga la adquisición, quedando dentro de la colección con el agregado de que, al año siguiente, el primer premio pueda presentar una individual en las salas de la fundación.
Este año recayó en Sebastián Gordín (1969) por Los malditos, “un conjunto producido con madera de cedro, maderas en chapas, bronce y crin que pone en diálogo un orden natural y un orden construido. La materia deja de ser mero soporte para operar como figura protoartística, de por sí significativa, que confronta con las formas fabricadas con obsesivo perfeccionismo” sostiene con suma claridad Elena Oliveras en su texto de referencia a la edición 2018.
Tanto Oliveras como los demás integrantes del jurado, compuesto por Mercedes Casanegra, Sebastián Vidal Mackinson, Jimena Ferreiro y Agustín Diez Fischer tuvieron una tarea verdaderamente dura pues hay mucha variedad y calidad dentro de la ajustada selección, que se impone por el espacio disponible en las salas, y se percibe casi de inmediato cuando se hace una primera vista rápida.
El segundo premio, también adquisición, fue para Erica Bohm (1976) por Moonlight #5, instalación conformada por 34 fotografías estenopeicas sobre papel. Descansan en una mesa muy simple y capturan ese universo que la fascina y que viene explorando -esta vez en los cielos de San Martín de los Andes-, los cuerpos celestes y sus luminosidades y reflejos en un espacio oscuro.
Las menciones son también muy singulares, empezando por Mariana De Matteis (1984) quien fue distinguida con una mención por Judith (estudios), una escultura de aspecto fantasmal, realizada con goma. Muy bien instalada esta obra produce unas sensaciones raras tanto por su apariencia rosada como por simular casi una segunda piel, que parece recorrer un vacío o un espacio antes ocupado por un cuerpo que dejó su forma en la materia.
Las menciones especiales del Jurado fueron para Variaciones después del Arte Póvera sobre el archivo de Bandi Binder de Francisca López (1974) y Escena nocturna con huevo duro de Sebastián Mercado (1977). López trabaja sobre papel de algodón enlazando su mirada con la del reconocido fotógrafo Binder, por esto mismo la pieza, muy delicada y minimalista, se percibe con una especie de aura que mantiene estos dos tiempos conectados. Para Mercado, en cambio, la utilización de diversos materiales lleva siempre su sello distintivo, esta vez la fundición de aluminio fundido y al agregado de objetos (monedas) articulan una “especie deescenaescultórica en la que parecen resonar distintos tramos de la historia del arte” como dice con acierto Elena Oliveras.
Valiosa activación de un deseo de permanecer de Federico Jorge Klemm, quien hizo, mantiene y seguirá haciendo pensar lo contemporáneo en su múltiple actividad como fuera en vida, un artista, mecenas, coleccionista, gestor y transmisor de cultura. Imperdible.