Nota publicada online
Julio Sánchez, se autodenominó el director técnico de un grupo de once hombres artistas que exponen en la Galería de Alejandra Perotti. Ella, la única mujer de este equipo, fue la que gestó lo que luego devino en la muestra Paladar Negro. Si bien en un principio, Perotti pensó en hacer una exposición a partir de los Premios de Dibujo del Salón Nacional, con obras de Emilio Reato, Marcelo Bordese, Jorge Pietra y Juan Andrés Videla, progresivamente fue incluyendo otros artistas de una manera más impulsiva que discursiva. Así, se agruparon los once artistas, el curador Julio Sánchez y la galerista Alejandra Perotti, que, se reunieron varias veces para darle forma al proyecto de la muestra. Luego de elegir el nombre Paladar Negro, los artistas desarrollaron las obras especialmente para la exposición sin ningún tipo de pauta en común. Tan sólo ese título, al que no le buscan ningún fundamento, y entonces, en esa aparente improvisación, se genera un misterio.
Casi todas las obras están muy ligadas a la técnica del dibujo figurativo, que es probablemente lo que más le apasione a Perotti. Y, en esa figuración de Paladar Negro, se abre un posible discurso un tanto mutilado y violento del hombre. Los seres híbridos gigantescos, infiltrados por Emilio Reato en esas ciudades anónimas; los cuerpos dislocados y despedazados en las obras de Marcelo Bordese; las mujeres de Julio Lavallén, pintadas sobre la madera percutida; las esculturas de neumático de Juan Batalla en donde uno puede dudar si, adentro de esa compresión de goma negra, no hay algo asfixiado. También, en la misma sala –con vidriera hacia la calle Zabala- aparecen las obras de Pietra, con sectores amontonados de líneas, dibujos y colores en donde es tentador buscar figuras, una historia, y, ver que enseguida eso se pierde con los fucsias, el negro y las líneas que fugan hacia diferentes lugares. El misterio, y la búsqueda de un orden, surge también en el espectador frente a las pinturas de Juan Andrés Videla, que en su trabajo con el óleo, representa espacios, objetos o hace referencia a algún paisaje. Todas sus obras, difusas, borrosas, y entonces, la extrañeza aparece como un hilo conductor casi intencional. En la segunda sala, están los cinco artistas más jóvenes, y, el único que se repite en los dos espacios, Batalla. Sobre una pared, las obras de Pablo Monteagudo, en donde los personajes aparecen todos incompletos. El excesivo realismo de un rostro, se interrumpe con la ausencia absoluta del cráneo, y la cita a la técnica del collage, con la representación de papel de diario para referir a la vestimenta. Pero, los personajes más explícitamente mutilados, son los de Pedro Giunta en donde la referencia a lo espectral, se intensifica con las amputaciones y el tratamiento del óleo azul. Alejo Boquet, presenta unas figuras abocetadas, que aparentan incomodidad, tal vez por los recortes de la superficie en la que fueron dibujados. Finalmente, José de Diego y Pablo Morgante, trabajan con edificios, ciudades, planos de construcciones. En los dos casos, nuevamente, algo que claramente hace referencia al hombre, se aliena y rodea de misterio. Las obras de Morgante, como estructuras tomadas de la metafísica, muestran lugares en donde la humanidad está y siempre estuvo ausente. En de Diego, se repite esa sensación de anonimato, pero por el caos detallista que dibuja sobre el papel, pareciera que aquel lugar, alguna vez, fue invadido, y ahora es tan incomprensible como querer observar algo a través de un espejo roto.
Tal vez lo que predomina en Paladar Negro, es un relato de extrañamiento que subyace, o no, en las obras. Puede ser también que el relato vertebral sea una visión alienada del hombre y lo que lo rodea. Pero lo que en verdad conoce la explicación de Paladar Negro, es aquello encerrado en la inusual estructura geométrica de madera de Juan Batalla.
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Paladar Negro se puede visitar hasta el 1º de septiembre en Perotti Galería de Arte.