Nota publicada online
Sólo cinco obras conforman esta muestra retrospectiva de Pablo Siquier, que revisa algunos de los proyectos más emblemáticos de su carrera, en el Centro Cultural Recoleta.
En la pared del fondo de la amplia Sala Cronopios se despliega, a lo largo de catorce metros y realizado en vinilo negro, el proyecto del mural que está instalado el la estación Carlos Pellegrini del subterráneo de la ciudad de Buenos Aires desde el año 2009. Frente a él, la pared entre ambas entradas de la sala, aloja otro importante mural de siete metros y medio por cinco de altura, pero esta vez dibujado en grafito, técnica que lo vuelve más sensible y sugestivo. En ambos trabajos la trama monocromática y laberíntica, en la que se repiten figuras geométricas yuxtapuestas, genera espacios que podríamos recorrer; en un caso podríamos imaginar la trama de una ciudad vista desde el aire, en el segundo una inmensa jaula. En ambos murales la ausencia es presencia.
En el centro de la sala, imponente, sugerente y ávida, pero sin perder el minimalismo que caracteriza la obra de Siquier se corporiza su desafío más reciente: su primer dibujo construido. Esta jaula/cárcel/hábitat, armada –a manera de mecano- con 70 módulos de hierro ensamblados, permite al espectador meterse dentro del dibujo, recorrer sus vacíos, enredarse en sus sombras y transportarlo a una situación verdaderamente conmovedora.
En una pequeña sala ubicada a la izquierda se recrea el proyecto que Siquier presentó en el Reina Sofía, realizado en tergopol blanco que cubre sus paredes de piso a techo; las formas casi barrocas y la intensa luz blanca generan una atmósfera casi etérea. Como contrapunto, la sala de la derecha recrea un proyecto de 1987 que el artista no pudo realizar en su momento. Se trata de una ambientación de luz tenue en la que las paredes pintadas de violeta oscuro están cubiertas también de piso a techo de 10.000 maderitas violetas dispuestas a manera de zigzag con 12 puntos de color pintados en cada uno de sus lados, a razón de 48 puntos por madera 10% blancos, 30% celestes y 60% rosados. El resultado es un mágico espacio en el que flotan 480.000 puntos de color.
Minimalista en el concepto, detallista y obsesivamente minuciosa, la obra de Pablo Siquier refleja un artista sensible preocupado por el espacio que habitamos; por sus vacíos y sus llenos, por sus luces y sus sombras. En definitiva, por el mismo Hombre.
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Mas info:
Hasta el 8 de abril en el Centro Cultural Recoleta Junín 1930