Nota publicada online
Hasta el 10 de junio la galería Walden presenta una imperdible muestra de esculturas textiles de Nora Correas
Querida y valorada por enorme cantidad de colegas, Nora Correas (Mendoza, 1942), es y será una artista de nuestro tiempo y su muestra, en la galería porteña ubicada en el emblemático CAYC -espacio gestionado en su momento por Jorge Glusberg-, da cuenta de ello: es una vanguardista. Formada en la Escuela Superior de Bellas Artes de la UNCuyo; tenía 22 años cuando obtuvo una beca del Fondo Nacional de las Artes y dejó su Mendoza notal; empezó en los 60 haciendo esculturas de lana y, a mediados de los 80 incursionó por primera vez en la instalación. Su trabajo ha representado a la Argentina en Bienales -Mercosur, Porto Alegre y en la 3º Bienal de la Habana, Cuba- y en exposiciones en países como Japón, Francia, USA, España, Brasil, Cuba y Chile.
“Antiguas tradiciones religiosas y filosóficas se amalgaman en la obra de Nora Correas que la artista ha diseñado como un homenaje a la sabiduría. Un camino desértico, espinoso –símbolo del peligro y la soledad, las adversidades y los desafíos-, lleva a un habitáculo elemental de barro; en su interior, como en el de un santuario laico, se guarda la manzana mordida del Paraíso, rodeada por los nombres de algunas mujeres y hombres que alcanzaron precisamente la sabiduría, después de sufrir y vencer los riesgos y las penas de aquel sendero,” sostenía Glusberg.
La obra de Nora Correas que se exhibe en Walden, está realizada con una particular técnica que reúne tejidos y fibras muy diversas, que evidencian la impronta del consumo, del proceso tiempo y del uso. Sus creaciones no tienen ninguna utilidad visible pero, muchas de ellas con valor evocativo e intencionalidad constructiva, se trata de una obra que claramente estimula reacciones inconscientes, de expresar situaciones psicológicas complejas. El título de la muestra “En carne viva” habla del dolor y es una sensación que sobrevuela en la sala y entre los presentes porque ella está ausente.
Como afirma Lilian Lanes, responsable del texto que acompaña la muestra, “la obra de Nora Correas sorprendió al público nacional e internacional con sus formas escultóricas, salidas del dominio que la artista había acumulado de su trabajo con fibras. Confieso que, cuando vi terminada la obra en el salón de la Casa de las Américas, pensé que aquella artista, que tanto había contribuido al desarrollo del arte textil, había traspasado los límites del mismo. El textil ya no era en su caso un fin; era sólo uno de los medios de los que disponía para expresarse como creadora, dueña de un lenguaje de una indudable creatividad y originalidad. Creadora capaz de nutrirse de los lenguajes más contemporáneos para, mirando hacia su entorno local, desarrollar uno de los lenguajes más personales dentro del ambiente artístico argentino y latinoamericano de su época. Algo difícil de reconocer, acostumbrados como estamos a legitimar sólo aquello que viene de afuera.”
La obra de Nora Correas comienza con una mirada a su interior que entreteje con el mundo exterior, dándole sentido a su existencia y a aquello que hizo tan bien: hacer arte “en carne viva”.