Nota publicada online
Con esta propuesta de Nicanor Araoz, el Moderno reabre sus puertas despues largos meses de cuarentena. Con curaduría Lucrecia Palacio, la muestra podrá visitarse, bajo estricto protocolo, hasta en 28 de febrero del 2021.
Formas de vida que conectan la tecnología con la naturaleza, elementos seleccionados operando como ready made -como la motocicleta de los años 90’- o la música electrónica en pleno auge por esa década sonando a pedido en una Rockola -que usa fichas obsoletas como de subte-, en ese universo nos adentramos cuando pasamos la puerta de la sala del segundo piso del MAMBA, reabierto bajo estricto protocolo hace pocos días. Nicanor Araoz (Buenos Aires, 1981) crea un espacio donde la escultura contemporánea tiene un recorrido concreto y onírico. Es muy valorable que podamos poner el cuerpo en la sala ya que aquí, como en toda instalación inmersiva, las dimensiones de forma y contenido crean espacios de convivencia con el espectador, algo que veníamos sintiendo en falta en tiempos de pandemia.
Con curaduría de Lucrecia Palacios, las cuatro obras que integran la instalación site especific de Sueño sólido, permiten percibir aquello que la curadora remarca en el texto de presentación: “Para abordar tal complejidad, Aráoz recurre sistemáticamente a Internet, entendiendo a la web como una especie de sueño colectivo y social o un archivo surrealista veloz, del que toma elementos tan diversos como la estética del animé, el diseño de marcas, el universo de la rave y sus ritos, los universos ficcionales de los videojuegos, la poesía existencial, las tradiciones místicas, las formas biológicas asociadas a lo monstruoso y las formas de lo vivo”.
Un plan que proviene de la clínica psicoanalítica que se señala como un ‘proceso de atención flotante’, parece ser el nexo entre sus múltiples intereses. El mismo Nicanor se encargó de identificar su producción con este proceso, donde el relato del paciente se encamina libremente en sus asociaciones y el terapeuta, escucha sin establecer jerarquías entre los materiales y ejerce la asociación libre. Y tal vez el psicoanálisis también sirva para identificar algunas de sus preocupaciones que tienen que ver con el sujeto contemporáneo, que sigue ideas que se le presentan y pasa de un nuevo descubrimiento científico a mirar una danza ritual africana o seguir una noticia en desarrollo como si fuera exactamente un proceso de atención flotante. Pero el título es una adaptación de una canción del DJ estadounidense Jeff Mills “Solid Sleep”, un notorio entre los máximos exponentes de la música techno, pues marcó la transición entre el sonido directo de la música electrónica y el uso de diferentes capas de sonidos o layering, que el género incorporó a partir de ese hito. La selección que puede escucharse es casi una mini arqueología de la música electrónica de los años 90 conseguida por diversos medios. La rockola se rodea de unas majestuosas alas transparentes que parecen envolverla y magnificarla.
Los calcos del cuerpo humano, realizados a partir de modelos, generalmente bailarines de ambos sexos que pueden soportar el tiempo de más de hora y media que se necesita para realizar el molde con un material de goma que luego permite copiar la forma. En anteriores versiones, el cuerpo humano aparecía explotado como en la muestra Glótica de la Galeria Barro de 2015. Ahora los cuerpos conforman una enorme flor, 38 figuras humanas a tamaño real que se despliegan en una estructura metálica suspendida a 45 grados en la sala y llevan por título “Ultramundo toxígeno (Mi Cristo roto)”. En contraposición, una gran masa helicoidal cubierta de restos de vinilo de gran colorido, con agujeros que permiten explorar las otras islas de sentido de la sala, también traen ecos de algunos referentes locales como Norberto Gómez o Alberto Heredia, quienes trabajaron lo siniestro y las formas de la tortura mediante el uso de polímeros maleables y restos encontrados. Las resonancias con otros artistas también se perciben en el uso del neón sobre todo en uno de sus referentes creativos, como es el arte povera y fundamentalmente Mario Merz. Aquí los neones se transforman en cadenas hábilmente ensambladas, de luz blanca que facilitan la asociación entre las formas monumentales que proveen una tensión real por la forma en que están suspendidas en diagonal.
Las pequeñas piezas de cerámica, como los floreros de Stimpy, uno de los personajes de la dupla animada The Ren & Stimpy Show que remarcaba el cinismo de la vida contemporánea, dando utilidad y volumen a algo inanimado y destacando una de sus huellas claras, la que no existen jerarquías ni de técnicas ni de materiales y este universo suyo, está constituido por operaciones del pensamiento usando diferentes técnicas para trasmitirnos sus obsesiones que mantienen activa una energía ‘que resulta de los antagonismos históricos e histéricos que friccionan lo bueno y lo malo, lo saludable y lo enfermo, lo permitido y lo perverso, el crimen y la ley, el control represivo de las formas y la abundancia monstruosa de lo deforme.’