Nota publicada online
Se expone un ensayo extraordinario fotográfico que aporta una mirada alternativa sobre la vida, los sueños y las frustraciones de los habitantes de la villa del sur porteño.
Su abuela sonriente sentada en un sillón, en un cuarto a oscuras, mirando como extasiada la televisión de la que emana una luz blanca y brillante que la ilumina; el brillo de un paraguas con el que se cubren apenas de la tormenta dos chicos parados frente al reflejo del agua que inunda y convierte en un arroyo un pasillo de la villa donde viven; su primo Ramiro posando bajo la luz que entra por una ventana de su cuarto que él mismo acaba de pintar de celeste porque se siente feliz, como en el Paraíso. Esos son algunos de los claroscuros de conmovedora belleza que se encuentra el espectador de la muestra “Ciudad Oculta: una mirada alternativa sobre las villas y sus habitantes”, del fotógrafo Nahuel Alfonso, abierta estos días en el Centro Cultural Borges.
Alfonso comenzó a trabajar en su serie de fotografías sobre Ciudad Oculta -como se conoce a la villa número 15 de la Ciudad de Buenos Aires, donde vivió muchos años- en 2010, como una respuesta a la mirada estigmatizante de los medios de comunicación que cubrían con la superficialidad y el agite habitual la recordada toma del Parque Indoamericano, muy cerca de allí. Tenía entonces 23 años, vivía allí en ese momento y se propuso oponer la suya a esa mirada. El proyecto empezó con la modesta intención de mostrar las celebraciones de Navidad en Ciudad Oculta, pero fue creciendo y cobrando mayor entidad hasta convertirse en una extraordinaria colección de imágenes que narran con notable fuerza poética cómo es la vida real en ese barrio, hecha de historias reales, de asuntos pequeños y cotidianos: los rituales, las reuniones de los habitantes, sus ocupaciones diarias, sus celebraciones, sus sueños y frustraciones. Sus tiempos y su conexión con el lugar y su gente eran diferentes al de los medios, que llegaban, tomaban una imagen y la convertían en noticia, en materia de consumo inmediato. Quería contar otra cosa. La vida de los habitantes de Ciudad Oculta y su propia vida. Lo hizo con una mirada personal, cálida y amorosa. Lo que se expone ahora en el Borges -y que ya se había mostrado en el Centro Cultural Haroldo Conti en 2017- es el resultado de seis años de trabajo (realizó las tomas entre 2010 y 2016), un ensayo fotográfico realizado con la profundidad que permiten la lentitud, la empatía, el conocimiento y los lazos de confianza y de afecto con el lugar y sus habitantes.
Una de las imágenes incluidas es, en rigor, anterior a la serie: la foto de los dos chicos en la tormenta fue tomada en 2007 y fue la que decidió definitivamente a Nahuel a convertirse en fotógrafo. La hizo mientras asistía a su primer taller de fotografía y le recordó su infancia en Moreno, donde nació, cuando la lluvia convertía las zanjas del barrio en piletas donde jugar con sus amigos, antes de las tortas fritas que su mamá preparaba para la merienda. Supo, cuando vio impresa la foto que había tomado, que la fotografía podía ser la herramienta justa para expresar su mirada de la realidad, para afianzar su identidad y para narrar algo personal vinculado con la memoria.
Es difícil elegir entre las decenas de fotos que se exhiben en la exposición -la mayoría en blanco y negro, hay en color; la mayoría retratos, aunque también hay paisajes de la villa-. pero hay una especialmente conmovedora por su carga emocional. Es una del último cumpleaños del papá del artista, un mes antes de su muerte. En el centro de la escena, frente a la torta, rodeado de sus familiares y amigos, el hombre leventa frente a sí una bengala que mira concentrado, con intensidad, en el momento ritual de pedir sus deseos. La imagen tiene algo de estampa religiosa y, sin buscarlo, evoca “La última cena" de Leonardo. Como en esa escena, son doce los que rodean al papá de Nahuel. Dramáticamente, junto a esa foto hay otra de su velorio, apenas un mes después.
La muestra Ciudad Oculta se puede visitar de miércoles a domingos de 14 a 20, hasta el 30 de junio, en el Centro Cultural Borges, Viamonte 525, gratis.