Nacida en Lincoln, provincia de Buenos Aires, Estela Pereda se expresa a través del dibujo, la pintura, las instalaciones, los objetos, las cajas, el libro de artista, el video y el arte textil. Realizó su primer envío al Salón Nacional en 1962, tiene una prestigiosa carrera artística, es docente y, a los 88 años participó y fue seleccionada en esta Bienal Nacional con esta obra que, según sus propias palabras:

Se trata de mi admiración por ese “gran misterio” que no podemos comprender: “la vida”.

Difícil comprender que la vida sea sagrada, que tenga un sentido, si no entendemos que el mundo también lo es.

Los griegos lo detectaron cuando diseñaron sus templos con esa “divina proporción” que hallaron en la naturaleza.

Esa fue siempre mi obsesión desde que, a principios de este nuevo siglo, habiendo pasado largas temporadas en la cordillera del Neuquén, tomé consciencia de que el caracol, el amonite, que encontramos especialmente en nuestra Patagonia, se desarrolla con el crecimiento armónico de la “proporción áurea” . Entonces empecé a incluir el amonite en mis trabajos pensando que allí podemos hallar el espíritu del mundo”.