Nota publicada online
Marina de Caro. Turista en un agujero negro
Cada vez me gusta menos ser turista. Un turista queda, a veces, como vacío, como un cuerpo deshabitado de costumbres y de idiomas ajenos. Condenado, por momentos, sólo a observar y a observarse incrustado en un paisaje en el que otros esperan verlo al regreso.
Otro es el caso cuando se es turista en el mundo del arte, cuando "el agujero negro funciona como metáfora del arte, un espacio del cual si uno cae nunca puede volver", tal como declara Marina de Caro en referencia a esta muestra.
Wikipedia informa: "El horizonte de sucesos separa la región del agujero negro del resto del Universo y es la superficie límite del espacio a partir de la cual ninguna partícula puede salir, incluyendo la luz". Marina de Caro nos hace saber, muy por el contrario, que el horizonte de sucesos puede ser el generador de múltiples formas que sí pueden salir a la luz.
Un grupo de cerámicas realizadas entre 2009 y 2010 en una residencia en Holanda dominan el espacio. "Los tamaños de las piezas van desde lo más pequeño que me fue posible realizar, hasta el tamaño más grande que mi cuerpo permitió", menciona la artista. Las de mayor volumen, son representaciones antropomorfas huecas, vacías, (tal vez chupadas por el agujero negro). Algunas veces se asemejan a gastados trajes espaciales dejados allí al descuido, irrecuperables, luego de haber ser sido útiles para afrontar arduas y arriesgadas misiones en el horizonte de sucesos, en el desconocido espacio-tiempo exterior o en las más obscuras profundidades del mar.
Hay múltiples dibujos que acompañan a modo de pruebas, como certificaciones de esos intensos ascensos-descensos, registros de viaje en el que el cuerpo fue sometido a múltiples metamorfosis.
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Martin Weber: Mario. Saved calls
¿Cómo escribir sobre una despedida? ¿Cómo conceptualizar el intento de que la ausencia no se produzca? ¿Cómo asumir la plenitud de la contradicción de la imagen y expresarla en palabras? Cito a Barthes: él ha muerto y él va a morirŠ esto será y esto ha sidoŠ Lo más punzante es el descubrimiento de esta equivalenciaŠ toda fotografía es siempre esta catástrofe.² El retrato, ese gran géneroŠmirar la cámara, cerrar los ojos, volver a mirar, cerrar los ojos y soñar que no es cierto, que sí permaneceremos.
Martín Weber despliega este relato íntimo que comienza con la imagen de su hija iluminada por los ensueños de un hermoso fuego artificial. A continuación, un video la muestra con toda su vitalidad, su potencial de despliegue, su cuerpo versátil e inquieto, su luz. Luego la historia penetra en un impasse: es una seguidilla de retratos muy iluminados, casi iguales, son retratos de Mario, su padre, entre los que él mismo se inmiscuye. Sin pausa, un lento desenlace transcurre en una pequeña sala contigua, se hace necesario entonces atravesar el umbral del pudor que significa penetrar en la intimidad de los otros.
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Hasta el 9 de septiembre
Ruth Benzacar, Florida 1000