Nota publicada online
“Tramas y Artificios” es el título de la muestra que presenta la escultora argentina Marina Papadópoulos en el Museo Nacional de Bellas Artes de Neuquén (MNBA de Neuquén).
Marina Papadopoulos trae al Museo Nacional de Bellas Artes Neuquén lo más emblemático de su obra. Un recorrido por sus distintos mundos internos, traducidos en instalaciones y objetos que nos remiten a nuestra propia dimensión tanto humana como cósmica.
El guión curatorial de esta muestra bien puede ser narrado como un viaje exploratorio de nuestro universo interior, pero a la vez de nuestro mundo social y colectivo, el camino del héroe que viene al mundo desprovisto de todo y sale airoso al final de un sendero plagado de acechanzas y duras lecciones de vida.
Desde el inicio mismo con Pasaje (2006), una intervención de rejas, Marina nos advierte de los claustrofóbicos límites que nuestra sociedad nos impone, pero a la vez, de nuestra conciencia, feroz cancerbera de nuestro propio destino.
Como en todo viaje iniciático, el visitante camina por un sendero acotado y unidireccional hacia mundos desconocidos, que más adelante le serán revelados, como en una metáfora antigua e inevitable de su propia experiencia.
Ya en el interior del museo, con otra instalación, Tránsito (2003), nos plantea el desafío de un laberinto. El mito del minotauro presente tanto en la antigua Grecia como en la obra del gran Jorge Luis Borges.
La moraleja del laberinto es que sólo se sale de él enfrentando al monstruo que nos acecha al final y siguiendo luego el camino de vuelta que, el hilo de Ariadna en el mito, o nuestra habilidad para transitar el mundo real, nos permita recorrer el camino de vuelta.
Y el laberinto nos conduce a Tramas, una de sus series más características, quizás la verdadera síntesis de la obra de esta artista.
En ese entramado de acero inoxidable, verdadera metáfora metalúrgica de lo imperecedero, Marina plantea múltiples ideas acerca de nuestro mundo y nuestra esencia.
A partir de ese entretejido metálico, moderna visión de los antiguos telares de la humanidad, la artista nos presenta la compleja y dura trama de nuestras propias ideas y pensamientos, los cuales se entrelazan en círculos que parecen infinitos, interminables pero que son tan duros como el acero.
La trama, aquí también puede ser leída como trampa, que nos muestra nuestra propia realidad, parece enredarse en inacabadas argumentaciones que giran en torno a un espacio vacío.
Estar entre (2000), nos pone frente a lo fútil de nuestras propias estructuras. Inanimados monolitos que levantamos por doquier a nuestro alrededor para protegernos de nuestros demonios, pero que nos permiten salir, como del laberinto, a través de una escalera que desgraciadamente no conduce a sitio alguno.
Y ya en el final del viaje, Sin título (2003), nos ofrece en el patio del museo una puerta espejada al cielo, que puede ser interpretado tanto como el cielo cósmico como el cielo místico, aquel paraíso perdido que John Milton inmortalizara en su poema de 1667, pero que para nosotros bien podría ser el cielo de nuestra Patagonia, reflejado como en un juegoborgianode espejos, en la obra de una de las artistas plásticas más importantes y singulares que nos ha dado el arte argentino.