Nota publicada online
Curada por María Carolina Baulo, Crepúsculo es el nombre de la instalación en la que Mariana Allievi combina pinturas de gran formato con tejidos producidos a partir de la materialidad misma de telas resignificadas
Hay una hora mágica, al amanecer y al atardecer, en la que la luz se enamora del aire y, juntos, hacen que todo suceda: los colores se vuelven vaporosos mientras se trepan danzantes a las formas y éstas, plácidamente, se diluyen para convertirse en aquello que siempre quisieron ser. Es la hora del crepúsculo. Esto es lo que seguramente le sucedió a la pintura de Mariana Allievi en la sala del primer piso de la galería Miranda Bosch.
Mariana Allievi pinta desde siempre; pinta selvas y bosques alguna vez imaginados donde sus jazmines azules sueltan su perfume cuando se acerca la hora. Seguramente su pintura soñó con ser cascada, trepó a las paredes verde esmeralda y se desbordó en una maraña de colores vaporosos, entre antiguos recuerdos de lo que alguna vez fueron y las luces titilantes de toda transformación, bajo la mirada de asombro de quienes visitamos la muestra.
Heredera de una tradición que le llega por las mujeres de su familia, Mariana además de pintar teje. Teje a dos agujas y con agujas de madera. Fue durante la pandemia cuando su pintura necesitó expandirse, salir del bastidor y explorar la tridimensionalidad. La artista se valió de pinturas de “otra etapa, muchas de ellas incluso sin terminar”, que tenía arrumbadas en su taller; las cortó prolijamente en tiras de uno o dos centímetros de ancho convirtiéndolas en “hilos y lanas” y comenzó a tejerlas. Primero con sus agujas de madera, más tarde necesitó de mayor tamaño y las construyó especialmente hasta que, finalmente, las tejió con sus propios brazos. Así nacieron estos entramados de pinturas, verdaderas marañas de color que, bajo la mirada atenta de su curadora se despliegan en forma de cascada y que conviven armoniosamente con sus pinturas “tradicionales” de gran formato.
Como señala María Carolina Baulo en su texto, “En Crepúsculo la pintura lo ocupa todo expresándose a sus anchas con toques propios del arte moderno, donde la atención se focaliza en la supremacía del discurso plástico como tema en sí mismo. Sin embargo, en esta instalación, la artista no solo reflexiona sobre la materia sino que el discurso conceptual toma la posta. El lenguaje pictórico le permite a Mariana Allievi indagar en formas de presentación de sus pinturas que exceden el soporte bidimensional y se vuelcan en el espacio. Es la pintura el referente y el punto de partida siempre.”
Les aseguro que si pasan por Montevideo y Quintana y suben por la escalera al primer piso de la galería para sumergirse en esta estimulante expansión de la pintura, habrán llegado al momento correcto: el del Crepúsculo infinito.