Nota publicada online
La galería argentina Cott Gallery presenta a la artista María Silvia Corcuera, con obras de dos series: “Frisos” y “De las Rayadas”, donde la artista juega y se vale de la geometría para adentrarse en mundos y temporalidades diferentes, como las culturas preincaicas.
Caminar la historia no es algo que todos hagan. Una cosa es transitarla, crearla a cada paso sin mirar atrás y sin conciencia de ello y otra muy distinta es volver sobre los propios pasos para estudiarlos, para reformular interrogantes, para intentar comprender el presente. Maria Silvia Corcuera establece una conexión especular con esa historia que sustenta su hacer artístico: como mujer inquieta y atenta a múltiples estímulos, como artista soñadora que reinventa escenarios captados a partir de imágenes que dejan en ella una impronta impactante, pasando del plano bidimensional al objeto tridimensional y fundamentalmente guiada por la indagación sobre las influencias y condicionamientos interculturales establecidos a través de dichos vínculos.
Maria Silvia Corcuera ejercita un arte pobre -que no es lo mismo que el arte povera- surgiendo muchas veces de una inesperada combinación de elementos acumulados con cierto grado de compulsión, destinados al olvido, recuperados y atesorados celosamente por la artista cual "guardiana de tesoros", cada uno de ellos a la espera de la oportunidad justa para salir a escena. Gracias a esa dinámica, esos papeles protagonistas mencionados en los peinetones, conviven con los retazos de historia descartada por la contante aceleración propia de la urbanidad. Esa "pobreza" de lo inútil, azar que nos lleva al objet trouvé>, en manos de María Silvia se transforma en un renacer donde los materiales reciben un tratamiento privilegiado transformándose en verdaderas piezas de joyería. La pregunta sobre qué es aquello que decretamos valioso, emerge en todo momento y la respuesta es tan vaga como subjetiva.
El uso del color también cae bajo esa mirada inquisitiva que todo lo cuestiona y es así como la monocromía aparentemente neutra y el uso de los colores plenos y puros, atrapan detrás el estudio del impacto de lo transcultural donde, por ejemplo, el rojo responde al universo oriental, el azul a lo espiritual y celestial, la ambigüedad del negro y el blanco con sus miles de grises y su significado ambivalente –pensemos solamente en la representación del color del luto acorde a Occidente - Oriente-. Sagrado y profano, luz y sombra, brillo y opacidad, todo forma parte de un universo con raíces establecidas en territorios mucho más sólidos que la materialidad física porque son sedimentos establecidos en las mentes, en los fundamentos del pensar humano. Y desde allí crean hábitos, crean costumbres, crean criterios de verdad.