Nota publicada online
La fragilidad de las certidumbres podrá visitarse en el Pabellón de las Bellas Artes de la UCA del 13 de febrero al 9 de marzo de 2020. La exhibición, curada por Rodrigo Alonso, incluye fotografía, video, composición plástica y manipulación digital.
En los últimos años, el trabajo de María Luz Gil viene explorando las complejas relaciones entre cuerpo, paisaje, fotografía, vida y geometría. Sin la rigurosidad de una investigación académica, con los instrumentos y los referentes que le ofrece la práctica artística – que no son pocos –, la artista se sumerge en un universo de formas y relaciones que le permiten configurar situaciones estéticas, espaciales y vitales desde una perspectiva propia y singular.
Para este fin, se vale de la fotografía, el video, la composición plástica y la manipulación digital. Los dos primeros, utilizados como medios de registro documental, le posibilitan capturar imágenes de la naturaleza, movimientos corporales, la inmensidad de los espacios abiertos y la temporalidad de acciones premeditadas o del simple devenir de los acontecimientos del mundo. Los dos últimos funcionan como herramientas de análisis, reflexión e intervención. A través de ellos, María Luz Gil destaca las líneas rectoras de un paisaje, descubre estructuras ocultas o erige construcciones visuales que transforman por completo la mirada inocente de la realidad.
Bebiendo en una de las tradiciones más ricas y significativas de la historia del arte local, opta por la abstracción geométrica al momento de llevar adelante su aproximación analítica. Líneas y planos de color desmenuzan las arbitrariedades del paisaje, pero sólo para encontrar nuevas configuraciones visuales y armonías en él. Como a muchos otros artistas, las formas y los ritmos de la naturaleza atraen su curiosidad plástica, a la que suma una férrea voluntad constructivista. “En mis trabajos, como en todos los actos de la vida – aclara – estoy construyendo siempre”.
Esta vocación constructiva no es improvisada; responde a un proyecto racional que crece de manera subrepticia. Como sostiene Valeria González, “La geometría y el color no son para ella simples procedimientos para crear imágenes, sino el vehículo de ordenamientos, siempre provisorios, que reflejan un modo de relacionarse con el mundo”.
Esa búsqueda de un orden posible no responde, como en los autores modernos, a la revelación de una ley rectora oculta por detrás de la realidad, sino, más bien, todo lo contrario. Se trata de una estrategia para poner de manifiesto el peligro de las legalidades que nos conminan a percibir el mundo de una determinada forma, y, por lo tanto, involucra una operación deconstructiva. “Medito sobre cuán inestables son las categorías mediante las cuales nos acostumbramos a pensar – asegura María Luz Gil – y cómo esas categorías pueden dominar la manera en que una imagen se ve y se elabora”.
En su video más reciente, toda esta reflexión se sintetiza de un modo ejemplar. En él observamos a la artista portando un marco de madera y tratando de ubicarlo en diferentes zonas de un paraje costero. La tarea no es sencilla. Los intentos de enmarcar la naturaleza se demuestran fútiles, complejos, improbables. El tiempo pasa, los ensayos se multiplican, las posibilidades no mejoran. Finalmente, desde lo alto de un médano, la performer arroja el marco al vacío; no ya debido al fracaso de su acción sino para descartar un elemento que se encuentra evidentemente fuera de contexto.
En la tensión entre la voluntad de orden y la resistencia del mundo se cifra un eje fundamental del trabajo de María Luz Gil. Pero la artista no se limita a mostrar esa tensión, sino que la habita. La hace suya. La traduce visual y corporalmente. La encarna.
Los seres humanos necesitamos de ciertos marcos de contención, de ciertas convicciones, de ciertas seguridades. Sin embargo, el arte – como la filosofía – se empeña en develar la inconsistencia de todas estas certidumbres. La obra de María Luz Gil asume esta misión desde una óptica propia, prolongando los interrogantes sobre el mundo en el cual vivimos.