Nota publicada online
La muestra de dibujos y pinturas que se presenta hasta el 2 de febrero en el Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori.
La muestra de dibujos -y algunas pinturas- de Marcelo Mayorga acumula paradojas y miserias sociales. A través del realismo y escapes de humor Mayorga acumula escenas de bajezas que retrata a partir de estereotipos sociales. El sexo, la codicia, la lujuria y la gula, todo en exceso y concentrado en personajes, en pequeñas situaciones en donde por ejemplo un hombre observa desesperado a una mujer que a su vez está mirando a otro hombre para seducirlo y robarle, y en el medio de la situación un niño que mete la mano en el bolsillo de otra persona. Mayorga retrata la crueldad que pareciera reinar entre los hombres, y también presenta otra serie de dibujos: ciudades, barrios desiertos en donde las sombras y las construcciones dan idea de lugares surrealistas, espacios que en realidad no existen. Ciudades que, a pesar de ser más verosímiles que los hombres con rasgos zoomorfos, pensamos imposibles. Lugares que sólo pueden existir en un recuerdo idealizado o directamente inventado.
Tal vez la constante en las obras de Mayorga sean los contrastes de luz y oscuridad tanto en las pinturas como en los dibujos, tanto en los personajes como en los paisajes. El artista dijo: "Se ve mejor en la penumbra. Se oye mejor en el silencio" y es verdad que estas obras parecen haber sido pensadas en la penumbra de la mente, donde hay oscuridad y realismo.
El hombre oprimido, amontonado y despedazado. La mujer que se estira, pierde su forma y es apenas una imagen para satisfacer el hambre sexual. "Veinte de ventoso" son cientos de personajes con rostro de calavera que están frente y de pie. Hay algo gozoso en el gesto que les imprimió Mayorga, hay algo en aquella acumulación y disposición que nos hace pensar que aquello existe, pero las ciudades en silencio no. Que el globo de hombres anudados con rostros infelices existe, y que un barrio que goza de un inmenso cielo estrellado no.
Sentimos que conocemos a aquel "Señor Subsecretario" vestido de traje, con cuatro manos, peces que saltan de sus bolsillos, rodeado de un pequeño personaje que toma cocaína, una mujer amenazada por una pistola, y otra con unos enormes pechos debajo de un minúsculo camisón. O el grupo de hombres con saco y corbata, entre los que se mezclan señores con cabeza de cerdo, de cuervo y de lobo.
Son escenas de represores y oprimidos, víctimas y victimarios de una sociedad del sometimiento en donde los dominantes son famélicos de poder y aquello se nota en sus caras. Y es que el poder, en general, transforma las rostros.