Nota publicada online
Originalmente producida por el MALI -Museo de Arte de Lima, Perú- la exposición intenta ofrecer un posicionamiento acorde a nuestra contemporaneidad del imperio inca estableciendo diferencias, tanto con las narrativas heredadas de la conquista española, como de ciertas mitologías que se han ido sedimentando a lo largo de los siglos. 138 piezas, entre las que se pueden apreciar textiles, cerámicas, metales y pinturas intentan dar cuenta del inicio, apogeo y resonancias en el presente de una cultura única y fascinante.
El Tahuantinsuyo - que en lengua quechua significa “las cuatro partes” - o imperio inca, se extendió sobre una porción importante de Sudamérica abarcando los actuales territorios de Perú, Ecuador, Colombia, Bolivia y parte de Chile y Argentina. Interesarse por su origen y destino no sólo involucra, a las regiones que en el pasado fueron centrales y que aún guardan fuertes vínculos con su período de esplendor sino también a sus periferias. De ello se desprende una de las aristas importantes que tiene esta exposición para nuestro país. Cabe agregar que, para la Fundación Proa, significa una continuidad en su política de exhibiciones que tratan sobre culturas de pueblos originarios del continente tal como veinte años atrás lo ejemplificó la dedicada a la arqueología mexicana.
La propuesta que se presenta en el espacio boquense se estructura alrededor de una pregunta: ¿quiénes fueron los incas y cómo lograron consolidar su imperio? La simplicidad aparente que guarda esta interrogación en realidad denota la necesidad que tiene esta época de abordar el accionar de estos pueblos dentro de su trama de creencias y expectativas, ya que ésta, en la mayoría de los casos, se encuentra consignada desde la otredad en los documentos elaborados bajo la impronta europea o criolla.
En consecuencia, la perspectiva elegida para este caso es interdisciplinaria; abarca arqueología, historia, lingüística, arte y diseño; convoca a desmitificar relatos de origen y a conocer la complejidad de la organización social, económica y política incaica así como su inserción en el nuevo orden establecido luego de la llegada de Francisco Pizarro al Perú y las formas de pervivencia de su legado. El proyecto apunta a presentar una síntesis de estos conocimientos académicos para hacerlos accesibles al público en general.
En la muestra han colaborado instituciones públicas y privadas de Perú y de Argentina así como también académicos argentinos que intervinieron en los contenidos sobre los sitios arqueológicos en nuestro país. La curaduría ha sido llevada a cabo por prestigiosos especialistas como la arqueóloga e investigadora Cecilia Pardo, el historiador Ricardo Kusunoki y el curador de arte prehispánico del MALI, Julio Rucabado, quienes establecieron un desarrollo compuesto de cuatro núcleos temáticos.
El primero, precedido de un video que ilustra el tiempo previo a los incas en el área de Cuzco, se denomina Orígenes y Formación del Tahuantinsuyo y explora el origen de esta civilización cuestionando la historicidad de los relatos míticos que fueron recolectados durante el período colonial. Estos indicaban que el inicio se debió a la migración de poblaciones foráneas del Altiplano o de regiones lindantes al Cuzco. La objeción a estos relatos se funda en investigaciones arqueológicas que dan cuenta de un progresivo desarrollo de las poblaciones locales en el valle del Cuzco que antecedió al establecimiento del Tahuantinsuyo, cuya consolidación se dio hacia el siglo XV. Su expansión posterior se debió a estrategias militares, económicas y sociales que aplicaron en las diversas regiones con sus élites correspondientes.
El segundo núcleo pasa la página de los relatos de origen para abordar la Organización y administración del imperio, la productividad de la tierra, el significado de la vestimenta y aspectos del culto como las ofrendas y los rituales. El trabajo era la forma de tributar que tenían las miles de familias que habitaban las 80 provincias del Tahuantinsuyo. A través de este sistema, supervisado por funcionarios de Estado, pudieron llevar a cabo la construcción de una extensa red de caminos, edificios y ambiciosos proyectos agrícolas que lograron que dos millones de hectáreas fueran cultivadas. En paralelo al manejo de recursos y tecnología, para garantizar una buena producción, se efectuaban ceremonias consagradas a la fertilidad de la tierra. Algunas de estas prácticas se mantuvieron hasta después de la colonización.
En cuanto a los objetos que pueden verse aquí destacan los quipus, conjuntos de cuerdas, con una disposición particular, en las que se hacían una serie de nudos y que constituyeron el principal sistema de registro de información a lo largo de los Andes. Históricamente relacionados con el registro numérico, nuevas teorías sostienen que también fueron un sistema de escritura. La importancia de los quipus ha llegado hasta el arte de nuestra contemporaneidad de la mano de artistas como Teresa Burga o Cecilia Vicuña. También pueden apreciarse camisas -uncus- con motivos geométricos confeccionados con fibras de camélidos, vasos rituales -pacchas- de cerámica, objetos utilizados para rituales como las conopas realizadas en madera o piedra tallada con formas de animales, entre otros.
A continuación Paisaje, arquitectura y territorio reseña como los incas transformaron el paisaje en función de los fines de la administración y consolidación del Estado adaptándose a las diversas topografías y como, en su momento de mayor expansión, hacia comienzos del siglo XVI, conectaron sus poblaciones gracias al sistema de caminos conocido como Qhapaq Ñan. Aquí sobresalen las vasijas que representan estructuras habitacionales moldeadas y pintadas sobre cerámica y pacchas y botellas donde se ha representado un curioso molusco del Océano Pacífico, el Spondylus.
A modo de apéndice se encuentran en este núcleo las referencias a la presencia inca en el actual territorio argentino, que según los investigadores, se habría iniciado a fines del siglo XV y que abarcó desde la provincia de Jujuy hasta Mendoza. Recursos audiovisuales permiten aproximarse a los sitios arqueológicos del Pucará de Tilcara en Jujuy, de Llullaillco en Salta y de Aconquija y el Shincal de Quimivil, éstos últimos en Catamarca.
El último eslabón del recorrido, Un punto de quiebre, tiene como eje las piezas vinculadas con el período colonial cuyo episodio fundante fue la captura y posterior ejecución, por parte de las fuerzas invasoras, del inca Atahualpa en 1532. A partir de ello el término Tahuantinsuyo resultó reemplazado por el de Perú. Su dominio no sólo requirió del uso extremo de la violencia sino de la negociación de cuotas de poder con élites de ciertos sectores indígenas. La nueva situación ocasionó una transformación de la memoria de la época prehispánica de acuerdo a los cambios sociales y de la introducción de técnicas y modos de representación europeos originando así expresiones singulares dignas de análisis.
Impacta en esta sección un gran óleo sobre tela y bastidor con forma de biombo Genealogía de los incas (1837) de Marcos Chillitupa Chávez. La obra, realizada años después de proclamada la independencia de Perú (1821), sintetiza diferentes etapas del arte de esa tierra al evocar el pasado precolombino pero su composición exhibe la impronta colonial. Otra obra significativa es el retrato de Manuela Tupa Amaro (1777), óleo de autor anónimo pintado durante una disputa legal acerca del linaje imperial inca entre un hijo de la retratada y José Gabriel Condorcanqui que testimonia la suerte corrida por las élites indígenas coloniales. Condorcanqui, bajo el nombre de Tupac Amaru II encabezó la mayor rebelión contra el poder colonial en 1871 pero resultaría aplastado y las represalias alcanzaron la memoria de los incas en la cultura visual de la región. A raíz de ello se cubrió el retrato con una representación del Señor de los Temblores para preservarla de su destrucción. Recién en 1970 el historiador peruano Francisco Stastny la redescubrió con la consiguiente recuperación de la imagen original.
Una de las intenciones de Los incas. Más allá del imperio, parece ser la de tomar distancia de la tradición expositiva que aborda los objetos producidos por culturas que tuvieron su apogeo en un pasado lejano como tesoros, como fetiches valiosos deshistorizados desde una visión paternalista. Su enfoque rescata a la cultura andina como una cultura viva, metamorfoseada pero resiliente, como una memoria que exige ser interrogada por todos los medios disponibles a través de sus testimonios materiales y simbólicos para que pueda seguir participando del presente.
Los incas. Más allá del imperio
En exhibición hasta enero de 2025
Fundación PROA ; Av. Pedro de Mendoza 1929, CABA
Miércoles a domingo de 12 - 19 hs