Nota publicada online
10.458 es la muestra de esculturas de la artista cordobesa que se presenta hasta el 27 de diciembre en Galería Vasari.
Como un Museo de Ciencias Naturales de mutantes, no sabemos con certeza si Lorena Guzmán presenta un bestiario fantástico o posible. Lo que seguro aparece en las siete esculturas que componen la muestra "10.458" en Vasari es el rigor naturalista en donde las obras zoomorfas se mezclan con características antropomorfas derivando en híbridos o ironías.
La serie de "Broad bean" es la única en donde no hay un animal representado, o al menos parece no haberlo, porque esas habas gigantescas que se pueden confundir con órganos de los que brotan apéndices, simulan gestar en su interior un ser vivo del que podría nacer cualquiera de los seres de Guzmán. En estas habas se repite una marca de la obra de la artista: el trabajo con la arruga, con el pliegue de la piel que por lo general vemos en los ancianos, o en los gatos Sphynx. Esta raza de felino aparece en la muestra, observando con la cabeza de perfil al espectador. Pareciera estar increpándolo o también podríamos pensar que es la mascota de Tognina Gonsalvus, la niña con el síndrome del hombre lobo cuyo cuerpo está cubierto, casi por completo, de pelos. Y así continúa el museo naturalista de Guzmán en donde los títulos completan las obras para crear un juego de ironías con el observador. Uno puede primero acercarse al epígrafe y leer por ejemplo "Lémur" al lado de un bolso. Y entonces al bajar la vista verá que, dentro de esa cartera con el cierre un poco abierto, se asoma un roedor de ojos enormes y bigotes tensos. O, uno puede primero acercase a la pieza en donde hay un perro acurrucado con rostro de mujer, un rostro retrato, y leer el título de la obra: "Self portrait as a sad bitch". Las piezas blancas y realistas de "10.458" simulan una seriedad museística que, en la cercanía con las piezas se transforman en irreverencias. Un poco de juego, ante la aparente solemnidad.
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