Nota publicada online
A partir de una idea inicial de Matilde Marín, quién captó la presencia constante del humo en las imágenes publicadas en la prensa grafica; nació este proyecto que habla del humo en la vida de la humanidad y fue presentado con una performance el pasado 15 de agosto en el Centro de Experimentación del Teatro Colón.
Este poético libro-video cuenta con imágenes de Matilde Marín, música de Marta Lambertini y una selección de textos que llegan del pasado, realizada por José Emilio Burucúa, y el impecable diseño gráfico de Manuela López Anaya.
Cuando divisé el humo azul de Itaca, resulta una combinación sabia de imágenes, textos y sonidos que dan forma y medida, textura tímbrica y racionalidad armónica a un acto intenso de comunicación humana.
La presentación del libro, a la que asistieron artistas amigos y personalidades de la cultura, estuvo a cargo de Elena Oliveras quien se refirió de esta manera a la obra:
Página a página, las imágenes nos sorprenden por la diversidad de formas y el montaje que ayuda a dar movimiento. Paralelamente los textos nos invitan a pensar en la variedad de significados del humo mientras la composición musical interpreta esa particular polisemia. Se produce así un ida y vuelta de emisiones que potencian el poder del trabajo de los tres autores.
El título destila poesía. Es la poesía del azul –asociado a cielo y a mar- que da vida a la tristeza del gris asociado al luto o a la muerte. Los autores aclaran que varias traducciones al español de la Odisea agregan el adjetivo azul al humo de Itaca que Ulises anhelaba volver a ver antes de entrar en su ciudad, antes de abrazar a su familia. Pero en realidad el adjetivo no existe en el original griego. Si bien observan los autores que “es un abuso romántico de los traductores”, se toman la libertad de incorporarlo por considerarlo “simplemente, una invención dichosa”.
Quizás no sea sólo un abuso romántico ni sólo una “invención dichosa”, sino un modo de volver más complejo el tema atenuando la tristeza del gris para acentuar, no sin melancolía, la presencia de la vida.
Si bien el libro tiene una apariencia bella, no es la categoría de lo bello sino la de lo sublime la que se desarrolla en él.
El humo no es bello (al menos si lo pensamos como belleza matemática). Lo bello, según lo concibieron los griegos, es medida. Precisamente el Doríforo de Policleto era el canon que daba la medida perfecta –bella- para cada una de las partes del cuerpo humano. Hoy, de modo prosaico tenemos –para el caso del cuerpo femenino- también una medida (90-60-90).
El humo, en tanto sublime, escapa a la medida. Es informe. Hoy podríamos explicarlo en términos de “fractal”. Pasaría con el humo lo mismo que sucede con las nubes o con la línea que separa -en la playa- la arena del mar. Siempre en movimiento. Siempre impredecible.
El humo se da en la oscuridad y no, como la belleza, en la claridad (en la claritas, según de Santo Tomás). Revela el poder de aquello que nos sobrepasa y ante lo cual nos sentimos pequeños. Kant nos da los siguientes ejemplos de sublime: “Tempestuosas nubes que se acumulan en el cielo y se aproximan con rayos y estruendo, los volcanes con toda su violencia devastadora, los uracanes con la desolación que dejan tras de sí, el océano sin límites, enfurecido, la alta catarata de un río poderoso y otras cosas parecidas, hacen de nuestra potencia para resistirlos, comparada con su poderío, una pequeñez insignificante”. El humo que nos invade también podría sumarse a la lista de Kant. Si lo bello place, y por eso nos acercamos a él, lo sublime produce placer y displacer. Precisamente en la Odisea, según cita Burucúa, aparece el humo con un doble significado: como indicio de hogar –el que Ulises quiere volver a ver- y también como peligro, cuando divisa el humo que se eleva a lo lejos, en Eea, la isla de la diosa hechicera Circe.
Resulta fascinante la cantidad de significados, a veces ambiguos, que Burucúa descubre. ¿Asociar humo alimento? Él lo hace. El humo es alimento de los dioses, quienes no podían alimentarse con nada que fuese mortal. De allí que en los sacrificios de animales que se celebraban en su honor, los humanos comían carnes y otras partes perecederas pero a los dioses se les reservaban los huesos recubiertos de grasa. La grasa llegaba en forma de humo los dioses olían desde el Olimpo.
El humo asimismo aparece como signo de ira en Aquiles (según se relata en la Ilíada) y también en la Divina Comedia. Una curiosa reversibilidad del fuego-humo se encuentra en Romeo y Julieta. Primero humo, después fuego. “El amor es humo producido por el aliento de los suspiros. Al ser purgado, se convierte en fuego que brilla en los ojos de los amantes. Al ser combatido, se transforma en mar alimentado con las lágrimas de los amantes”.
En Esteban Echeverría -en su poema La cautiva- descubriremos “humos románticos” cargados de colores, a la manera de las nubes durante la tormenta. Más conocido por nosotros es el significado del humo como símbolo de muerte. Así en la erupción del Vesubio, en las destrucciones de la guerra, en los efectos de la Revolución Industrial, en el humo de Auschwitz o en el del atentado a las torres Gemelas. Me parece interesante, por lo sugerente, que Marín deje flotando el referente de sus imágenes. No sabemos en realidad qué desaparece bajo la forma del humo. Así éste aparece como el fantasma sin nombre de lo desaparecido que nuestra imaginación debe recuperar.
Para finalizar, debemos subrayar que aun cuando está la facilidad de asociar el humo a la muerte, no todo se resuelve en la negatividad. Algunas imágenes recopiladas por M prescinden de connotaciones negativas, como la del despegue del Apolo 11 hacia la Luna (1969), la del humo del incienso en honor al cumpleaños nº 66 del Dalai Lama (2001) o la de los fuegos artificiales dando la bienvenida al nuevo año en el lago Lacar, en San Martín de los Andes (2012).
Pero la positividad mayor, creemos, está en el rescate de la sublimidad de las imágenes y en el poético adjetivo del título. Creemos que allí está la clave: imaginar en el gris el azul. Y –como el héroe de la epopeya homérica- vislumbrar el camino que, en medio de los humos indeseados de nuestra civilización, nos lleve de vuelta a la Patria, a ese lugar que queremos habitar.”