Nota publicada online
En el contexto de la Semana del Arte , se presentan en Pinta Miami las fotografías de Leonor Caraballo. Artista argentina, quien residió sus últimos años en Nueva York.
Desde sus primeros trabajos, Leonor Caraballo muestra un interés particular por la gente. La retrata en los lugares más variados: en las calles, en talleres mecánicos, en la intimidad del hogar, en los baños públicos. Atenta a sus actitudes y gestos, deja de lado el preciosismo fotográfico y se vuelca hacia una imagen más bien cruda, espontánea. Su manera de fotografiar es una forma de andar por la vida exaltando el mundo a su alrededor, buscando la belleza en los lugares más insólitos, triviales o inesperados.
Este proceder es evidente desde sus años de formación. Su serie de mujeres en baños públicos data de la época en la que todavía era estudiante en Rhode Island School of Design. “Los baños me interesan por el aspecto arquitectónico – declara en una entrevista para el diario Página/12 – son lugares fríos, prácticos, me atrae esa dualidad que hay entre lo frío y lo íntimo, me gustan los mundos de mujeres solas y de hombres solos”. Las imágenes lo ponen de manifiesto. Espacios asépticos inundados por una iluminación homogénea, son el marco de acciones comunes pero extrañadas por el ojo de la cámara. Asearse, maquillarse, corregir el “look”, son ceremonias cotidianas que adquieren aquí una relevancia diferente, un atractivo que las transforma en el eje de una suerte de estudio social.
Esta situación a medio camino entre lo público y lo privado se repite en la serie Retratos sobre un sofá (1996), que Caraballo presenta en la Galería Ruth Benzacar. Aquí, la artista fotografía a un conjunto heterogéneo de personas sobre un sofá de su propia casa, desde sus amigos íntimos a trabajadores alistados en las calles. El mueble se torna en un territorio común que desdibuja las fronteras invisibles que separan a conocidos de desconocidos, aunque las diferencias emergen en los gestos y las poses, en la comodidad de los amigos y la incomodidad de los ajenos. Otra vez, cámara y entorno confluyen en el desarrollo de un experimento social, aun si el proyecto se desenvuelve puertas adentro y en un terreno poco neutral.
En cambio, la extensa serie de fotografías de travestis surge como resultado de la exploración de un ambiente por completo ignoto. Transitando las zonas rojas, los lugares de trabajo, los sitios de cruce y exhibición, pero también, internándose en los espacios cerrados donde la exposición no es tan directa, Leonor Caraballo da vida a una maravillosa colección de imágenes que celebran la diversidad de un colectivo todavía ignorado, oculto, marginado. Las tomas dan cuenta de la afable complicidad entre retratista y modelo. Como sostiene Severo Sarduy, el travestismo exalta las superficies y los efectos para recordarnos que nada hay de esencial en el ser humano, que todo lo que somos se construye en la relación con los demás. Las fotografías de Caraballo hacen hincapié en este aspecto relacional. No son imágenes robadas ni tomadas a la distancia, sino todo lo contrario: próximas, abiertas, consensuadas. Cartografías de un parque humano cargadas de fuerza y sensibilidad.