Nota publicada online
El presidente francés, Emmanuel Macron, dio inicio a un gran debate nacional. Durante dos meses, los franceses están invitados a pronunciarse sobre cuatro temáticas generales a través de reuniones públicas, por internet o vía postal. El gobierno se compromete a elaborar “un nuevo contrato para la Nación” a partir de esta consulta.
El 5 de marzo pasado se hizo en el gran patio de la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes de Paris, “El gran debate de la Cultura”. Sectores independientes disconformes tanto con la política oficial como con la opositora, que no incluye entre sus objetivos eleccionarios a los grandes temas culturales, debatieron en ese lugar paradigmático durante muchas horas, y definieron líneas a exigir a sus representantes.
A pocos días de la gran manifestación del 8 de marzo, por los derechos femeninos, y de la marcha semanal persistente de los Chalecos Amarillos, Paris demanda para sí el protagonismo que supo tener en el pasado, y ese desasosiego es compartido por las instituciones culturales.
A pocos metros de ese patio, y como prueba de la centralidad de la Escuela, se exhibe una pequeña muestra de su colección de 60.000 dibujos. En este caso son del Renacimiento, entre los que se cuentan los Leonardo que le fueron donados a fines del XIX y comienzos del XX. Cuatro estudios de Leonardo, tres de Rafael y de otros grandes artistas como Filippino Lippi, muestran de un modo exquisito la intimidad de los dibujos preparatorios de sus grandes obras.
En 2019 se recuerdan los 500 años de la muerte de Leonardo (Vinci, 1452-Amboise, 1519). Que tanto él como su Gioconda hubiesen concluido en Francia no le pareció justo al ladrón que se llevó escondida en un tren a la sonrisa famosa. Del Louvre a Florencia, el intento de repatriación fue finalmente descubierto. La Escuela de Bellas Artes le dio la bienvenida al regreso de la Gioconda a Paris, exhibiéndola durante dos días en 1914 con gran aclamación pública. Puede decirse entonces que esa gran institución cultural no es ajena ni al pasado ni al presente, y los dibujos expuestos comparten esa condición.
Estos dibujos de Leonardo serían preparatorios de la Adoración de los Magos, hoy en Los Uffici de Florencia, y la cabeza de un viejo parece similar en su expresión y labios apretados, a los de la Última Cena de Santa María de la Gracia en Milán. Sin embargo, Leonardo descendía fácilmente del cielo a la tierra, o en este caso de Florencia a Milán, y como ingeniero militar, a sus treinta años se puso al servicio de Ludovico el Moro para diseñarle armamentos, anotados con su particular escritura especular.
Este genio, conocedor agudo de su entorno, no parecía pretender resolver los dilemas políticos o religiosos de la época, sino vivir con ellos y hacer lo que mejor sabía: interpretarlos e inventar modos inéditos de hacerlos evidentes.