Nota publicada online
Las obras que se exhibieron fueron especialmente concebidas para el espacio.
Asi denominó Leo Battistelli la muestra que presentó en Galería Del Infinito. Gargalhadas (Carcajadas): un sonido espontáneo que nace desde el fondo de la garganta, transmitiendo un estado de felicidad. Es la sensación que se vive al recorrerla.
Batistelli, rosarino, es ceramista y un gran observador de la naturaleza humana. Sus obras hablan de la dualidad permanente en un lenguaje universal, que se expresa en simbologías relacionadas con Exú, deidad yoruba muy popular en el candomblé, mediador con los Dioses. Está identificada con la ligazón de los mundos, el poder de la creación, la transformación y lo infinito.
El artista solía recolectar arcilla de los depósitos que se formaban en las islas frente a su Rosario natal -donde estudió Bellas Artes en la Universidad Nacional-, pero fue su abuelo quien le trasmitió el amor por la cerámica. Batisyelli continuó sus estudios en el Fondo Nacional de las Artes, despuees con el escultor Leo Tavella y mas tarde en la escuela de cerámica de Oberá, Misiones. Trabajó sus primeras piezas en la fábrica Verbano de Capitán Bermúdez y ahora, instalado en Brasil, las realiza en la fábrica Luiz Salvador, de Petrópolis. Cada una de sus instalaciones fue pensada para el espacio que ocupa, y producida en los últimos dos años.
Al ingresar a la galería el primer impacto visual lo dan las "guías" o collares de Exú, que abrazan la columna central del espacio. Formados por piezas de cerámica gris con base de rojo, remiten al tiempo en el que el Leo nadaba. entre andariveles en el “vacío del agua” en piletas olímpicas donde practicaba natación.
Una cascada de pequeñas gotas de cerámica: “Bendición” -en homenaje a Iemanjá-, cuelga etérea desde el techo, como si fuese el rocío y agua alquímica donde se produce la transformación continua de lo permanente y lo infinito.
Bocas de cerámica caladas en la pared hacen referencia al pasaje entre distintas dimensiones. Un canal entre dos mundos: el material y el espiritual, el terrenal y el divino. En otra pared nacen líquenes que aluden a la conjunción entre el mundo marino y el terrestre, y a la pureza ya que estos organismos sólo se desarrollan donde la contaminación no llega. Otras piezas, sutiles y delicadas como pieles descascaradas, nos hablan de la transformación continua, la dualidad entre la vida y la muerte y la posibilidad de un nuevo comienzo.
En le sala contigua una poética instalación de cristal soplado -entrelazado con algodón, hierro y cobre- simboliza la templanza. Se trata de un gran canal ascendente: “es el pasaje entre la Tierra y el Cielo del que hablan todas las religiones”. Realizado con cuarzo de Córdoba por una cooperativa de Santa Fe cuyos integrantes reflotaron su fuente de trabajo y soplaron estos vidrios imprimiéndoles la energía de su esfurzo. Una obra que resume el concepto y la sensibilidad del artista.
Leo Batisttelli hace honor a sus Gargalhadas y trasmite ese estado natural en el que deberíamos vivir los hombres y mujeres de esta tierra. En ese diálogo eterno, entre el mundo material y espiritual, en continua transmutación, sin comienzo y sin fin.