Nota publicada online
La exposición, parte del circuito de homenaje al creador nacido en Mendoza hace 90 años, indaga sobre el impacto de sus primeras experiencias, que precedieron a la consolidación de Le Parc como figura clave del arte local e internacional.
“Julio Le Parc. Transición Buenos Aires-París (1955-1959)” reúne un centenar de pinturas, dibujos, acuarelas y grabados, algunos de ellos nunca exhibidos, que provienen del Atelier Le Parc ubicado en París bajo la dirección artística de su hijo, Yamil Le Parc. La muestra fue curada por Mariana Marchesi, directora artística del Bellas Artes quien se mostró feliz junto al propio artista y al director Andrés Duprat en la presentación de prensa, y narró porqué se seleccionó esta etapa, sin dudas por ser la “menos explorada de la producción del artista”.
En el marco del gran Homenaje a Julio Le Parc que se despliega en el CCK, este recorrido trae una parte de su producción que es germen de su evolución e indica la forma en que se formó, con algunas piezas tempranas en su etapa de alumno de la Escuela de Bellas Artes, a fines de los cuarenta, con paletas moduladas y ciertos rasgos de simplificación formal que se acercan a los primeros cubistas. Este primer núcleo “Los años de formación y la tradición de la enseñanza”, reúne una selección de dibujos y pinturas realizados por el artista, junto a dos pequeñas piezas de paleta reducida a casi monocromos, que están separadas, donde la abstracción ya se muestra en la misma clave de gran armonía que luego disfrutaremos. “La revuelta de los estudiantes y la experimentación de las formas”, segundo núcleo abarca el período 1956-1958 que son los últimos años de Le Parc en Buenos Aires. Ya estaba en la Escuela Superior de Bellas Artes “Ernesto de la Cárcova”, y liderando una agrupación estudiantil que se rebela contra los métodos establecidos para el aprendizaje del arte. En este contexto donde aparece lo grupal muy presente en esa década y que será base de su producción en París, se pueden ver una serie de monocopias que ejemplifican el fundamento de su libertad para seleccionar un camino propio junto a la actitud que habría de mantener intacta, la de experimentar, algo que sin dudas el procedimiento de la copia única permite.
Otro núcleo “París 1959: el ojo y la superficie activa” da cuenta de los primeros años en la capital de Francia, su vuelco a la abstracción y, como lo explica muy bien la curadora Marchesi: “se advierten los intereses que llevarían al artista a investigar conceptos como el movimiento o la serialidad, y su incidencia en los mecanismos de la percepción visual”. Son acuarelas y tintas que también hacen ver sus anticipaciones en torno a lo virtual y lo digital que hoy realiza junto a su otro hijo Juan. Por medio de una instalación inmersiva muy interesante, se hacen visibles los movimientos que se producirían si estas obras fijas pudieran activarse. Un segmento que demuestra su fineza como colorista más el uso de las matemáticas para fundar las transformaciones que van teniendo las formas seleccionadas en un riguroso plan meticulosamente armado.
Pueden verse asimismo un conjunto de cajas de luz históricas y material audiovisual, en el que Le Parc explica tanto los mecanismos de funcionamiento de estas creaciones como las inquietudes que lo guiaron a plantear el movimiento real en las obras. En el hall central del Museo se instaló un móvil de 1600 piezas que el artista eligió para exhibir en este espacio destacado, como complemento de la muestra y reflejando su relación con este espacio, se exhibe una de las obras del acervo ‘La inestabilidad’ de 1964 que la curadora destaca “introdujo al público argentino una propuesta que, por primera vez, ponía al espectador en un lugar protagónico”.
Julio Le Parc (Mendoza, 1928) dice en relación a su país que “de donde viene, uno es”, es una persona que goza de una vitalidad atractiva para su edad, que se apoya en un grupo familiar que lo acompaña, lo ayuda, le organiza su trabajo y le aportan ampliaciones latentes en sus trabajos hacia lo digital y la realidad virtual. Se percibe la forma en que funciona ese mecanismo aceitado de intercambios y acompañamientos si nos detenemos a ver un excelente material documental producido por el Canal Encuentro, en ocasión de su gran retrospectiva en 2017 en el Palais de Tokyo. Allí se evidencia su particular humor, el día a día de su vida parisina, pero también la forma en que define aquellos años de compromiso político, la conformación del GRAV (Groupe de Recherche d’Art Visuel) de 1961, la manera en que su carrera fue avanzando o retrocediendo según el clima del contexto. Destaca también la manera en que Yamil define la obra de su padre: “comunica belleza, inteligencia, simplicidad” e invita a pensar y disfrutar haciendo que el espectador se transforme en usuario y salga de sus muestras con un optimismo renovado.
Andrés Duprat afirmó que el Museo “acoge esta muestra homenaje al gran maestro argentino con la certeza de que sus creaciones, en las que se cifran buena parte de las escuelas plásticas en que inscribió su labor –abstracción, arte cinético, conceptualismo, op art–, permiten retomar el diálogo con la tradición universal desde un lenguaje fiel a sí mismo que captura los dilemas de cada época con la potencia interpelante de toda novedad radical”.