Nota publicada online
Hasta el 17 de septiembre, los artistas Ernesto Arellano, Víctor Florido y Hernán Salamanco conviven en Jardín Oculto, en San Telmo
La intriga, el misterio y la astucia son elementos integrales tanto de esta muestra como del homónimo cuento de Edgar Allan Poe. El espectador desprevenido podrá encontrarse desconcertado como Monseiur G ante su primera visita a esta exposición, pero una vez puesta su atención a trabajar encontrará que el sentido de haber reunido a estos tres artistas en una misma sala es mucho más simple de lo que cualquiera podría imaginar.
La muestra en Jardín Oculto reúne a Ernesto Arellano, Víctor Florido y Hernán Salamanco, tres artistas que a priori no tienen vinculación alguna más allá de pertenecer a una misma generación y haber nacido en la misma ciudad. Las pinturas selváticas de esmalte sintético sobre chapa de Salamanco contrastan fuertemente con los óleos de Florido, de paleta bajísima y clima melancólico, ni que decir de las esculturas de cerámica de Arellano, de colores vibrantes y superficies brillantes. En principio el ojo capta sólo la diferencia, incluso contraposición, de paletas y texturas, de materiales y soportes. Pero sólo hace falta indagar un poco por debajo de la superficie para sumergirse en el universo de relaciones que se establecen, casi caprichosamente, entre este conjunto de obras.
La primera pista para decodificar el misterio es que sorprendentemente obras tan heterogéneas como las que se presentan en esta ocasión conviven armónicamente en el espacio, se percibe en el ambiente un equilibrio casi perfecto. En este nuevo universo reina el misterio, y el espectador se adentra expectante en busca de lo desconocido. Ya sea en los mundos privados de Víctor Florido, esos paisajes interiores a los cuales nos es permitido asomarnos sin ser vistos, donde los cuadros en blanco y los rostros ocultos no hacen más que generar inquietud y curiosidad. O los paisajes exteriores de Hernán Salamanco que nos invitan a internarnos en una selva desconocida, potencialmente llena de peligros o tal vez nuevos territorios inexplorados, el peligro de lo ignoto es un riesgo que debemos asumir. Son, finalmente, los personajes fantásticos de Arellano pertenecientes a un mundo remoto que, como los romanos en Pompeya, han sido inmovilizados en medio un pensamiento, los que completan este universo.
Es justamente el misterio, lo oculto y lo secreto, y el deseo de descubrir todo su potencial lo que hace que esta muestra tenga sentido. Y qué mejor lugar para hacerlo que un Jardín Oculto en plena ciudad de Buenos Aires.
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Hasta el 17 de septiembre
Jardín Oculto Galería, Venezuela 926
Martes a Sábado
13 a 19hs.
www.jardinocultogaleria.com