Nota publicada online
Las imágenes que presenta son una selección de la serie Mares que Julio Virgolini capturó entre los años 2015 y 2019. Mares de sal, de agua, de hielo, de nubes y de cielos. Mares ciertos o inciertos que nos invitan a descifrar el universo desde la mirada metafísica del artista, valiéndose del recorte de mundos que hace con su cámara.
El arte nos abre las puertas para experimentar lo sublime presente en las fotografías de Julio Virgolini. Estas imágenes piden una pausa para reflexionar sobre nuestro entendimiento del mundo y el oculto sentido de nuestra pertenencia. Nos abordan como recordatorio de la finitud aparente de la vida pero también de la infinitud del universo. Somos el ir y venir constante de las olas, debatiéndonos incesantemente en nuestras propias pasiones, para quizá finalmente entender que somos un todo entrelazado en la profundidad del océano.
La clave del trabajo realizado por el autor, capturando la belleza de las formas vivas en la naturaleza, radica en el embellecimiento realizado por la sensibilidad de su ojo sobre esas mismas imágenes preexistentes y en la respuesta del espectador ante esa experiencia. Es en ese lugar entre la belleza natural y la artística donde vivimos los hombres comunes. Es en este reino donde la obra de Julio Virgolini funciona a modo de disparador.
Hay una impronta que lo distingue en sus fotografías de toma directa, donde logra transformar un paisaje común en una imagen con un clima escenográfico particular -por momentos dramático y por momentos calmo- mediante la exacerbación de las luces y las sombras. En estas vistas panorámicas, la relación ambigua entre arte y belleza queda subyugada a la experiencia de lo indecible. Si por un instante permito poner el cuerpo en el espacio, abrir los sentidos y dejarlo invadir por el torbellino de emociones que provoca la mirada ante la inmensidad y lo inconmensurable del cielo, del mar, de la sal, es por ese instante de lucidez epifánica, por la experiencia vívida del arte que nos reclama entregar el alma.
Julio Virgolini accede a nuestro inconsciente para emocionarnos ante la belleza que nos sorprende y envuelve.