Nota publicada online
CAMBRE, la exposición que se presenta hasta el mes de diciembre en Gachi Prieto Arte Contemporáneo puede entenderse como la serie más reciente dentro de una serie mayor que es el corpus de obras del pintor Juan José Cambre (Buenos Aires, 1948). En esta oportunidad, este explorador incansable de las posibilidades del color ha elegido al rojo como gran protagonista. Seis acrílicos de grandes dimensiones realizados durante el corriente año, sólo discontinuados por un pequeño pastel azul que, según sus palabras, le ha servido de excusa para esta muestra, crean en la sala una atmósfera que invita a escudriñarlos, a descubrir sus matices y las marcas de su hacer, pero por sobre todo a recordar la potencia de la percepción humana.
Juan José Cambre al hablar de su obra se expresa de manera afable y generosa, lleva en su mochila un tomo de las Obras completas de Jorge Luis Borges lleno de señaladores y antes de comenzar la entrevista nos comparte una frase que ha encontrado y que se inscribe en su forma de hacer pintura. En contraste, sus obras se caracterizan por un laconismo que parece progresar cada vez más. Claro está que se trata de un laconismo, exento de pretenciosidad del cual el texto curatorial de esta muestra parece ser su extensión. En él un fragmento de El espacio literario de Maurice Blanchot actúa como pista ineludible a seguir: “Sin embargo, la obra - la obra de arte, la obra literaria - no es ni acabada ni inconclusa: es. Lo único que dice es eso: que es. Y nada más. Fuera de eso no es nada. Quien quiere hacerle expresar algo más, no encuentra nada; encuentra que no expresa nada.”
Tanto el título de la exposición como la frase de Maurice Blanchot del texto curatorial junto con la ausencia de títulos en las obras parecieran extremar la prescindencia de referentes y remitirse exclusivamente al Ser. Es como si quisieras decir “este soy yo y esto es pintura”.
Si, pero después hay mucho más que observar pero eso ya no tiene que ver conmigo. Se trata de la acción de la pintura y de la del observador que no tiene muchas indicaciones porque lo que se le presenta es bastante abstracto. Si el observador tiene interés en conocer las maneras de realización, asuntos éstos que le interesan a la curaduría o que se presentan en las entrevistas, las puedo ofrecer pero confío bastante en la posibilidad de que los observadores vean lo que quieran.
El espectador ante tus pinturas es arrojado al grado cero de la experiencia estética del color.
Si, me gusta eso. No lo había pensado así pero fijate que cuando hice la muestra antológica en la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta en en el año 2008 puse un cuadro de los años 80 que se llamaba Espectadores de la laguna (la muestra llevaba además ese título) porque cuando pinté ese cuadro era una consideración del observador, como que estaba en condiciones de ver mi laguna en relación a la posibilidad de ponerle un nombre y lo que veían era una situación de laguna en otro sentido, no era una laguna literal, era una laguna más subjetiva.
Ese poner a prueba la percepción del espectador pareciera separarlo del cúmulo de imágenes que consume diariamente en la vida cotidiana ¿Cómo pensás esa tensión?
Claro, sí, es así como dijiste, es como un freno en la obra. En las ciudades hay mucha imagen ofrecida excesiva y permanentemente. Sí, es un freno pero no es un freno que no tenga algo que decir. Para mi es muy trabajoso llegar a ese lugar, sea para descubrirlo o recordarlo y siempre se da en un punto muy simple. Cada vez que en la elaboración de la obra considero alternativas de hacerla más difícil, complicarla, aparece la idea de “bueno, ponele un conejito, un elefantito” (risas) para darle algo ya cocinado al espectador pero al final me resisto.
Dada tu condición de arquitecto y escenógrafo ¿Cómo interviene tu mirada en los espacios donde expones?
Cuando en el año 2008 hice la exposición en la sala Cronopios decidí sacar todo lo que había allí mientras que en el 2017 cuando hice Mano de obra en Colección Amalita la decisión fue alargar una estructura existente. Pero allí mismo para la exposición Rómulo Maccio, Crónicas de New York donde hice la museografía puse todo lo que hacía falta. Yo sirvo un elemento en un espacio existente, entonces no solo tengo que considerar lo que pongo sino el espacio que lo va a contener. Borges decía que la etimología de la palabra considerar tenía que ver con ponerse de acuerdo con las estrellas. Ahora, para esta exposición aquí no sabía que tenía una pared más allá del rectángulo de la sala. Entonces hice una proyección axonométrica y decidí la dimensión de las obras y la cantidad por el espacio. En esa otra pared puse el cuadro azul que es como una indicación pero lo que prevalece es el rojo.
Esta vez trabajás el rojo, un color nada indiferente por cierto ¿Qué circunstancias te llevaron a trabajarlo?
Es un color dificilísimo. Siempre que trabajé con rojo lo consideré como un problema: “el problema del rojo”. Trabajé antes con él en una obra gigante de la década del 80 y en Subterráneo. Con el rojo en lugar de empezar y decir que voy a pintar digo quiero hacer algo rojo y acá pasó lo mismo. Esta es una serie cerrada que empieza y termina acá.
¿Cuándo y cómo se agota una serie dedicada a un color?
No se, porque no se agota. O sea, se termina una serie en sí misma. Para esta muestra aquí tenían que ser seis cuadros. Ese era un condicionamiento.
En el texto curatorial de esta exposición, además de la cita de Blanchot hay otra de Borges a quien ya has mencionado. ¿Cómo te afectan otras expresiones artísticas?
Me gusta el ensayo, sea sobre poesía o sobre otro tema. Cada vez que leo participo del texto. Me produce una identificación. Me gusta la literatura en general, considero la belleza en algunas palabras y en las formas de organizarlas. Por eso me gusta el libro Esa Introducción de Ezequiel Alemián cuando se refiere a Camille Corot. Me gustó además cómo él organizó después los textos para mi exposición en Colección Amalita. Entre mis autores predilectos están Jorge Luis Borges, Thomas Bernhard, Ingeborg Bachmann, Héctor Viel Temperley y Arturo Carrera. Me gustan también mucho Mozart camino de Praga, el libro de Eduard Mörike y el cuento Pobreza de César Aira que me hizo leer mi hijo.
¿Vale la pena seguir obstinado por la pintura?
Si totalmente, más que nunca en este momento atroz. Justamente es lo que más tengo que hacer. Mi trabajo es como un sube y baja entre dos siglos. Comencé a exponer en 1976 y ahora estamos en el año 2024. Hay una entrada en los diarios de Virginia Woolf donde ella se refiere a las interrupciones. Ella cuenta que se había dispuesto a escribir y entonces su marido le dijo que se iba con sus amigos y entonces quedó interrumpida pero al final terminó haciendo una pieza literaria perfecta hablando de las interrupciones. Es como cuando hacés un ovillo de lana y te olvidas que lo estás haciendo y sale perfecto. Si lo pensas no te sale. Al leerla me sentí identificado. En esta interrupción más que nunca tengo que trabajar.
CAMBRE
Hasta el sábado 14 de diciembre, 2024
Galería Gachi Prieto - Uriarte 1373, CABA
Entrada libre y gratuita.
Horarios de atención: lunes de 13 a 18h, viernes a martes de 14hs a 19hs y sábados de 15hs a 19hs.