Nota publicada online
Documentos, instalaciones, pinturas, daguerrotipos, fotografías y objetos de la época se exhiben en el Museo Pueyrredón y en el Museo Beccar Varela en la exposición conjunta (Infancia)s. Cómo se construyó desde el mundo adulto la imagen de lo que era un niño en el siglo XIX y el lugar que ocupaba en ese período de la historia argentina.
Una sola observación, bastante trivial, basta para comprender en qué medida un niño del siglo XIX era completamente diferente de uno de hoy. Para tomarle un retrato con daguerrotipo era necesario -dadas las largas exposiciones que esa tecnología requería- que el pequeño permaneciera perfectamente quieto, que no hiciera ni el más mínimo gesto ni movimiento y que apenas pestañeara, durante alrededor de un minuto para que el retrato no saliera movido. Sesenta segundos de completa inmovilidad frente a un fotógrafo, en un chico de tres, cinco o doce años de edad se nos presenta hoy como algo del todo imposible. Sin embargo, en los daguerrotipos que forman parte de la muestra (Infancia)s que puede visitarse estos días en dos escalas en el Museo Pueyrredón y en el Museo Beccar Varela, ambos en San Isidro, a diez cuadras de distancia uno del otro, llama la atención la increíble definición de las imágenes. Los chicos de entonces -y los adultos- eran capaces de estar un minuto inmóviles como estatuas para ser retratados.
Esa diferencia con el presente es apenas un indicio entre muchas otras cuestiones de las investigaciones que dieron contenido a esta muestra y que buscaron responder a un interrogante -¿cómo era ser niño en el siglo XIX y principios del XX?-, tratando de rescatar la materialidad y los ajustes emocionales, “siempre relacionales y situados, en torno a esa experiencia irreductible de sorpresa, belleza y terror que significa ser niño”, como dice uno de sus textos.
“Esta muestra nos permite mostrar que en el llamado largo siglo XIX, que va de 1789 a la Primera Guerra Mundial -explica Eleonora Jaureguiberry, secretaria de Cultura y Ciudad de San Isidro, responsable del Pueyrredón y curadora general de la muestra-, había muchas infancias, que muchas situaciones cambiaron respecto de la mirada actual, pero también que hay permanencias, como las aspiraciones y expectativas que los adultos depositamos en nuestros hijos. Es una exhibición que también nos permite comprender cómo los cambios a nivel social, político y organizacional generan enormes impactos en la vida privada y pública, y en nuestros modos de estar en el mundo”, agrega.
Se entra a la muestra en el Pueyrredón a partir de una situación que nos atraviesa en el tiempo, que es el dormir. Cómo era dormir a un niño en un rancho, en una hamaca suspendida en el aire, para que los chicos no estuvieran indefensos frente a los posibles ataques de perros, ratones, alimañas. En la escena que recrea esa situación suena de fondo una canción de cuna.
La segunda sala pone de relieve la importancia de la representación de la imagen del niño a partir de los retratos de pintores y también de la fotografía. La muestra destaca allí cuál es el objetivo de esas imágenes, que se repite en fotografias y en óleos: depositar en el niño la idea de futuro, de promoción social . “La imagen está para eso, para representarlos, para mostrarlos y para decirles a los contemporáneos que hay un porvenir y está en este niño, que también está mostrado en un lugar salvaje, el de una criatura que se debe domesticar, que se debe moldear y cumplir ciertos estándares de comportamiento social”, explica Jaureguiberry. “La imagen se construye, la imagen siempre es una construcción de los adultos y habla de esos anhelos”.
Es allí que se exponen retratos de Cándido López, Ángel della Valle, Prilidiano Pueyrredón, Gaetano Gallino, Benjamín Franklin Rawson, Fernando García del Molino, Juan León Pallière y Henri Gavier, en su mayoría pertenecientes a colecciones privadas. Comenta Cecilia Lebrero, responsable de la colección del museo: “Trabajamos con un corpus muy importante de pinturas, ambrotipos, daguerrotipos y fotografías donde los niños son los protagonistas. Así fuimos buceando en nuestra pregunta inicial y comprendimos que los niños ocupaban un lugar importante, al menos entre las familias burguesas que hacían un alto gasto para un encargar un retrato y registrar los momentos clave de la vida de estos niños”.
Patricio López Méndez, responsable junto con Lebrero del diseño y montaje de la muestra, explica que “en la mayoría de estas imágenes, que son de estudio, hay objetos que están dispuestos por el fotógrafo para enmarcar y remarcar roles: las muñecas para las nenas, la fusta o algún objeto más viril para los nenes, algún juguete que tenga que ver con esta demarcación de género”.
Llama la atención la seriedad de los retratados. Casi en ninguna de las imágenes se ve a un chico sonriendo. Dice Jaureguiberry: “Las casas humildes eran chiquitas en Buenos Aires y el espacio era la calle, los chicos vivían en la calle, todos trabajaban. Cuando aparece la escuela publica con la Ley 1420 (promulgada en 1884), los niños son retirados del mundo de los adultos y entran al mundo infantil de la escuela obligatoria. La escuela es un espacio de la niñez. Y entonces la idea del trabajo infantil fue mirada con cierta crítica social. Pero la socializacion y el aprendizaje de habilidades se hacía a través del trabajo, cosa que solo cambió con la escuela obligatoria. La gente humilde como se ve esta vitrina tambien tiene esta obsesión por retratarse. Muchos inmigrantes mandan la foto a Europa. Nunca vuelven, pero mandan la foto de sus hijos”.
El mundo escolar del siglo XIX se aprecia en el Museo Beccar Varela. Fueron protagonistas de ese universo dos personajes que vivieron en la antigua casa convertida en el museo que dirige Christian Schwarz: Mariquita Sánchez de Thompson y Cosme Beccar. Una visión basada en datos duros aportados por censos y que refiere a lo local, desde el número de familias urbanas y rurales, y de alumnos argentinos e inmigrantes, hasta la cantidad de analfabetos distribuidos por edad y género, entre otras referencias. En una de las salas se accede a testimonios y frases de Mariquita (Cada alumno llevaba una silla de paja desde su casa. Escribían sobre una mesa muy tosca, primero los varones y luego las mujeres) sobre cómo era educarse antes de la Ley 1420 de Educación Común, Gratuita y Obligatoria. En la otra, se recrea un aula posterior a esa ley con sus bancos, material didáctico y de apoyo escolar, pizarrón de clase, pizarras y otros objetos propios de la educación formal.
(Infancia)s. Hasta el 11 de diciembre, con entrada gratuita. Museo Pueyrredón. Rivera Indarte 48, Acassuso. Museo Beccar Varela. Adrián Beccar Varela 774, San Isidro. Martes y jueves, de 10 a 18, y sábados y domingos, de 15 a 19.