Nota publicada online
Producida por el museo y con el auspicio del Grupo Asegurador La Segunda, que reúne documentos originales, objetos arqueológicos y obras de arte. Al recorrer las salas, nos facilita interpretar porqué se eligió tanto el título como la forma en que está tratada la palabra escrita.
Con curaduría de Eleonora Jaureguiberry, Cecilia Lebrero y Patricio López Méndez el Museo Pueyrredón exhibe [In]visibles, una muestra que debería ser visitada sólo para entender el modo en que una comunidad fue borrada de la historia por tanto tiempo. El recorrido logra mapear, con el aporte indispensable del investigador Norberto Pablo Cirio, dónde y cómo la trama de nuestro devenir rebela la presencia de los afroporteños sin que tengamos idea de sus contribuciones. Según Cirio fue la Generación del 80’ la encargada de idear e instrumentar una fisonomía identitaria para el país “de corte blancoeuropeo” lo que constituye un “doble certificado de defunción biológico- cultural: los negros desaparecieron al no poderse reproducir como grupo y, con ellos, sus prácticas culturales”.
Buenos Aires vino a “erigirse como epítome de la blanquedad, fuente y origen de las representaciones histórico-sociales dominantes, esterilizando cualquier posibilidad de divergencia en la narrativa que descentrara la prosapia europea del país” explica el investigador. Por esto mismo, una de las interesantes contribuciones de esta muestra es la de estar atravesada por las palabras y los sonidos, más que por las imágenes, que las hay y muy buenas, que refuerzan la reflexión para entender los lineamientos que se siguen sala a sala. La otra situación destacable en este proyecto es que, aún cuando está narrando un proceso cargado de violencia, como demuestran los datos de la esclavitud observables en una pantalla: en 350 años se traficaron unos cien millones de personas y el 30% murió antes de llegar a costas americanas; no lo hace desde un lugar lúgubre sino en un claro intento de apreciar la información brindada, induciendo a armar un nuevo mapa mental de esta evolución y llamando al presente donde las comunidades se mantienen activas, como dice Cirio “no son negros en la Argentina, sino de la Argentina”. A estos valores se asocia la participación dentro del espacio de “Homens brancos” del curador y artista brasileño Marcelo Masagao, que integra el circuito tan extenso de la Bienalsur 2019 y está en plena sintonía con la exhibición, pues el artista trabaja recortando las siluetas de los blancos para marcar las ausencias de los mismos en las situaciones de ocio o placer donde estaba vedado el negro.
¡Cuidado que está tuto! era una exclamación de advertencia en mi infancia cuando mi madre acercaba un alimento. Ahora sé que tuto significa caliente y viene de las crianzas de los ‘afroargentinos de tronco colonial’. Lo mismo pasa concachengue, que significa lío. Pero lo más revelador fue que tata, mucama, malambo, tamango y mina vienen de la misma línea y no sabíamos que son afro. La palabra esclavizado es otra diferencia singular a destacar por entender que así se narran a sí mismos y no desde la denominación esclavo ya que es palabra de los amos. Y si bien se reconoce que no hubo las mismas atrocidades y castigos a los que fueron sometidos los esclavizados en otros territorios de América, aparecen algunos documentos que relatan tanto el aprecio que algunas familias les dispensaban como la forma en que eran preparados para satisfacer a sus amos. Se lee en León Benarós por 1968: “Muchas señoras tenían la ‘negrita del coscorrón’, o el negrito que, al rasparle la cabeza le dejaban un mechón largo especialmente destinado para los tironeos. No era raro hacerse servir el mate de rodillas, ni que el ama llamara junto a sí la esclava para darle un pellizco, en función de reprimenda”.
El material de sala exhibe documentos donde no sólo se contabiliza como ganado sino cómo se piden pases para circular, se solicita libertad o se emite un pedido de compra de libertad. También hay un documento de la Colección del Museo Histórico Nacional, una partitura compuesta en 1830 por Indalecio Sarlo e ilustrada por Rosendo A. Mendizábal, miembro de una destacada familia afroporteña de clase media alta. De Prilidiano Pueyrredón hay una pieza costumbrista que narra una integración armoniosa entre la sirvienta negra, la criolla y la señorita de la casa por el 1850, en el patio trasero que era el lugar de la servidumbre. La obra pertenece al Museo Nacional de Bellas Artes y responde a un idealismo burgués. Otra de las piezas singulares es la de Bernardo Troncoso (1835-1928) Joven negro con niño blanco donde el negro aparece exhibido como un bien “que edulcora el yugo de la esclavitud” aun cuando sostiene al niño y mira al espectador consciente de la escena de ser retratado. Las fotos de algunos músicos que acompañaron a Gardel, el excelso guitarrista de jazz Oscar Aleman y otros destacados actores y boxeadores de raíz afro. Rita Montero la cantante y actriz que falleció en 2013, cuenta en un reportaje la frase con que se asimiló el proceso de esclavitud:ver, oir y callar, por este mandato no se relataban las historias en el plano intrafamiliar. Sin embargo, hay un trabajo de recuperación que se viene haciendo y que promueve recordar para sanar, para ello un candombe de Leonardo Sebastián Delgadino, afroargentino quien en 2003 a los 25 años escribía:
Voces de gente negra
que vienen desde los mares,
mensaje, disfraz del viento.
Candombe para que hables.