Nota publicada online
A veces sucede que ante el trabajo de un artista, ejerciendo una mirada que abarque el recorrido de toda su obra, pareciera ser que hay temas, intereses, búsquedas que se mantienen vigentes, constantes en medio del indefectible cambio. Y esto es casi sistemático: aparece esa pulsión, esa motivación inicial como una suerte de primer motor inmóvil que late detrás de cada serie aunque se presente como una nueva etapa creativa.
Las obras de Gustavo Sampayo se desarrollan reflexionando en torno a la vida misma y sus múltiples formas de manifestarse. Desde aquello que podemos percibir sensiblemente, lo que podemos inferir o imaginar, lo que se manifiesta en un plano inaccesible para la razón o el entendimiento, el artista construye un universo de criaturas fantásticas, un discurso poblado de seres irreales que responden a una biología desconocida y aún así, por su factura, textura, colores, pregnancia de las formas de los cuerpos entrelazados con destellos de geometrías imperfectas, le resultan amigables al espectador. O al menos no se perciben amenazantes. Empezando por el dibujo y la pintura, pasando por el grabado, los objetos, libros intervenidos y las más incipientes instalaciones, el artista se sumerge en la experimentación con materialidades y soportes variados: tintas, fibras, esmaltes, acrílicos, vidrios, madera, metales, papeles. Es ese el recorrido que paso a paso va dibujando, el cual lo lleva desde la pintura tradicional hasta indagar en el campo de los ready mades.
“Represento una realidad que aparece a simple vista como diversa, dinámica, y caótica en formas y colores; como si estuviera contenida, condicionada, organizada, estructurada, reglada por una matriz, un código del que nada se escapa”, dice el artista. Y creo que es una mirada bastante acertada la que él mismo ejerce sobre su trabajo porque además, reconoce un lugar que responde a un orden del cual no puede dar cuenta necesariamente en el relato y que complementa la estructuración de ese mundo de organismos que se desplazan muchas veces de manera aleatoria, irreverente, en sus papeles y telas.
Focalizando en sus trabajos más actuales, lo que llama la atención es cómo el artista pasa de la planimetría casi absoluta gobernada por el color pleno, puro, sin matices, sin relación alguna de profundidad entre figura fondo y un marcadohorror vacuique lo cubre todo, a una trama que empieza a incorporar un cierto auspicio de ritmo sincronizado, con espacios que habilitan el aire que descomprime la superposición de elementos, donde las figuras se recortan de los fondos los cuales también pierden presencia, dejan de competir con el primer plano, se tornan más neutros para dejar brillar la figura que se suspende en paisajes desconocidos. Esa neutralidad que asume el fondo como una suerte de telón es gracias a la incorporación del vacío y ciertos lugares silenciosos desde donde se genera una sinergia entre ambas instancias compositivas, potenciando sus fuerzas y no compitiendo en una lucha por imponerse.
Gustavo Sampayo corre detrás de un código que no busca desentrañar para comprenderlo sino ver de qué manera lo adapta o logra tomar provecho de él para enriquecer su obra. Es interesante notar cómo ese mundo poblado de seres sin nombre, formas reconocibles pero imposibles de encasillar, resisten y se adaptan a las nuevas propuestas que les propone el artista cuando las deja flotar en la incertidumbre espacio-temporal, cuando las multiplica por cientos en diminutos compartimentos estancos, cuando las pliega y las convierte en objetos que plantean diálogos entre materialidades sólidas y contundentes y otras más frágiles. Pero también notar cómo Gustavo logra apartar la mirada de ese microcosmos y por momentos indagar en los territorios de la figuración humana, la cual aparece de manera contundente apelando a la fotografía como base para el dibujo que luego dará pie a la pintura en formato grande; una vez más, el intento de fuga de un espacio de confort, probando transitar escenarios desafiantes. Asimismo, la geometría, esa matriz invisiblee, se empieza a hacer más evidente dando pie a que aparezca la perspectiva y con ella, la profundidad de campo.
Su obra crece porque crecen sus intereses, porque reflexiona y porque trabaja obsesivamente. Entonces es solamente una cuestión de tiempo hasta dar con un nuevo camino, una nueva ruta inspiradora que lleve al artista a someter a ese código a nuevas interpretaciones.
Octubre 2021