Nota publicada online
Gustavo Rovira exhibe su serie Entre la realidad y los sueños. Síntesis, en el Espacio de Arte del Banco Ciudad. Una serie de importantes tamaños que cada vez se vuelve más expresionista. A su vez presenta nuevos collages abstractos de pequeño formato, realizados a partir de cortezas y ramas encontradas.
Primero fueron bosques reales, más tarde sus bosques imaginados; lo cierto es que retratar árboles es una de las pasiones de este artista que, a la edad de 7 años, descubrió el placer por pintar y nunca dejó de hacerlo. Si permanecemos atentos frente a una de sus impactantes telas podremos escuchar el canto de algún pájaro distraído o, tal vez, la brisa de la tarde rozando cada una de sus ramas porque, los árboles de Gustavo Rovira seducen aún a la propia Naturaleza.
Rovira no es hiperrealista, todo lo contrario, podríamos decir que es un expresionista. Aprendió la base de su técnica de grandes maestros, el tiempo modeló su propia impronta; aplica la materia - acuarela, acrílico, óleo con espátula y tiza - con destreza y soltura, y los colores nacen de ese límite entre “la realidad y los sueños” que a él tanto le gusta transitar.
Rovira tiene un profundo conocimiento de los árboles que retrata y va más allá de la propia experiencia estética. Convocado por el Jardín Botánico de la Ciudad de Buenos Aires, está pintando un mural para esta institución con las 23 especies autóctonas del monte blanco del delta que están en peligro de extinción. Una tarea que tiene como objetivo concientizar, sobre todo, a los de mas temprana edad, sobre el poder nefasto del descuido del hombre hacia la naturaleza y de su insensibilidad por el entorno que nos cobija, provocando la muerte de cientos de especies en todo el mundo. Así, la totora, el ceibo y el sauce criollo del delta, resplandecen revitalizados bajo el pincel detallista del artista en este gran mural.
El artista incorporó cortezas a una nueva serie de collages; piezas de pequeño formato y gran impacto. “Jamás arranco una corteza del árbol, sólo utilizo aquellas caídas”, confiesa. Las cortezas, agrietadas, descoloridas y desparramadas en los bosques que caminamos, son señal fehaciente de árboles que, en un futuro cercano, no van a sobrevivir. Son pieles heridas, ya secas y sin vida, que dejan su rastro buscando nuestra atención. Cortezas y ramas secas que Rovira pone en convivencia con el acrílico y los pigmentos y transformándolas en mensaje para recuperar una esperanza de vida.
Los árboles mueren de pie pero, si las condiciones son propicias, sus almas danzarán en el bosque y la vida volverá a renacer. Esta es la idea rectora de “Fotosíntesis”, la última serie en la que Gustavo Rovira está trabajando. Se trata de cuatro grandes telas en las que los colores luminosos de estos promisorios bosques, habitados por transparencias, surgen de los sueños brindando, quizás, un poco de confianza. El hombre tiene aún posibilidades de regenerarse y ser parte de esta Naturaleza. La propia.