Nota publicada online
Con curaduría de Sofía Dourron, la muestra en Gachi Prieto Arte Contemporáneo presenta las últimas experimentaciones estéticas del artista, conjugadas a partir de diferentes medios, técnicas y materiales.
Un rasgo que caracteriza a ciertos artistas contemporáneos es el nomadismo: residencias, bienales, formación profesional, son condiciones que hacen que tomen distancia de sus orígenes, que deban ajustar con frecuencia sus perspectivas y, en el mejor de los casos, se abran a una disposición permeable que les permita absorber de entornos inestables todo aquello que nutra sus quehaceres. Esta circunstancia no significa necesariamente un olvido de sus raíces, un descentramiento absoluto de sus miradas. Al contrario, a partir de esa tensión generada, de esa dialéctica factible, es posible que logren generar nuevos sentidos que enriquezcan y singularicen su producción.
Este podría ser el caso de Guido Yannitto, artista visual nacido en Mendoza, criado en Salta, que ha estudiado en Córdoba y Buenos Aires, que vivió algunos años en México, que suma residencias en lugares tan dispares como Bolivia, Bélgica, Países Bajos o Colombia pero que desde la pandemia se ha radicado nuevamente en Salta. En esta provincia, además de investigar la obra de “Pajita” García Bes, artista local impulsor del textil en las artes plásticas de la región, trabaja junto con tejedoras de la comunidad Wichi y gestiona Remota Galería, premiada en la última edición de arteBA.
En la actualidad, este artista exhibe Umbra con curaduría de Sofía Dourron en la porteña Galería Gachi Prieto. Umbra es una palabra latina que se utiliza para referirse a la parte más profunda y oscura de una sombra, allí donde la fuente de luz está completamente bloqueada por el cuerpo oclusivo. En la sala ha dispuesto nueve objetos pictóricos confeccionados en aserrín coloreado y cola vinílica que componen una serie que da título a la muestra. La misma, es completada por una obra titulada Eclipse que conjuga un tapiz de lana de oveja de 12 metros de largo con un carrete de cable de alta tensión cuya superficie de madera se encuentra quemada.
De variadas e irregulares dimensiones, las primeras obras están inspiradas en los tapetes mexicanos que son utilizados en las procesiones dedicadas a los santos patronos y a los muertos, y que significan en ese país, una evidencia del sincretismo religioso y cultural donde el color tiene un lugar preponderante. Aquí, lo que hace a la tradición, la espiritualidad y el colorido fueron asimilados por el artista para luego ser reinterpretados en una personal formulación de las fases lunares en las que nociones de transformación, percepción y tiempo resultan claves.
Quien se ubique en la umbra experimenta un eclipse total. Se sabe que los eclipses fueron fuente de mitos, de supersticiones y leyendas durante siglos, aunque algo de ello permanece como un extraño sedimento latente alojado en nuestros días. En Eclipse, elementos del desarrollo técnico moderno como el aluminio, el cobre o las aleaciones propias de los cables que transportan energía eléctrica, han sido sustituidos por un textil cuya gama lumínico -cromática corresponde a este evento astronómico. Es aquí donde parece advertir Yannitto que aún en fenómenos y concepciones que guardan una apariencia lejana pueden haber además de diferencias, también algunas afinidades y comparaciones sutiles en forma subyacente.
Yannitto, como ya había probado anteriormente en Algo que siempre se escapa, entrelaza relaciones insospechadas, establece imbricaciones que podrían parecer inauditas entre saberes ancestrales y conocimientos científicos, entre visiones donde prevalece lo sagrado y las que privilegian lo profano, entre la razón procedimental y lo fortuito, entre lo excéntrico y lo legitimado: redes imaginarias pero tangibles que eluden interposiciones y que en el proceso de síntesis encuentran su mejor expresión.