Nota publicada online
El arte y la religiosidad son el eje de dos muestras que conforman un potente conjunto estético en el cual se expresan distintas miradas: la de la obra de Alfredo Gramajo Gutiérrez y las de varios artistas contemporáneos.
Ambas se presentan, en paralelo, en la Fundación Osde y constituyen una sugestiva ocasión para reflexionar y vivenciar cómo las artes visuales y la religiosidad se imbrican en diferentes momentos.
La exposición Las cosas del creer. Estética y Religiosidad en Gramajo Gutiérrez ofrece más de 50 pinturas del artista tucumano, realizadas entre 1914 y fines de la década del 1950, con la curaduría de María Inés Rodríguez y Miguel Ruffo.
Los cuatro núcleos que organizan la muestra, Devociones y ritos, Las fiestas, Los días del trabajo y Paisajes, permiten adentrarse en la particular estética de este artista que hizo del manejo del espacio y del color dos elementos claves para representar ese mundo rural sobre todo del noroeste argentino, al que supo volver con frecuencia a pesar de haberse afincado definitivamente en Buenos Aires a los 14 años.
En 1920, en tiempos de debates en torno a la constitución de “un arte nacional”, Leopoldo Lugones calificó a Gramajo Gutiérrez como “el pintor de la nación”. En tanto, el artista decía: “Yo no pinto, documento” En esa documentación se suceden las escenas de velorios, carnavales, peregrinaciones, días de trabajo, imágenes de la Virgen, entre otras, en las cuales siempre está presente lo profano, lo sagrado y la mirada devocional del artista.
Rodríguez y Ruffo señalan en el catálogo de la muestra que “la obra de Gutiérrez construye un ámbito de la memoria al instalar para otras generaciones el paisaje exuberante del noroeste, sus protagonistas, sus creencias y dolores”. Para ello, indican, el artista apeló a su sensibilidad visual, a la saturación de la línea, a la planimetría, creando composiciones en las que sobrevuelan el misterio, la magia, la paz o el espanto.
En tanto, la muestra Barro del Paraiso, con la curaduría de Juan Batalla, reúne las miradas de 25 artistas contemporáneos sobre la religiosidad popular, que se materializan en fotografías, instalaciones, esculturas, videos, pinturas y grabados.
Son varias los modos en que los artistas se acercan actualmente a lo religioso. “Hay artistas que echan mano de estos asuntos a modo de referencia cultural, incluso siendo irónicos o críticos hacia la misma fe religiosa; o como alegato social y político; algunos como parte de una mirada antropológica; otros en el marco de una búsqueda trascendente; o hay quienes lo hacen participando activamente en una creencia establecida que genera una producción artística”, indica Batalla en el texto de la exposición.
Distintas maneras que cada obra pone en evidencia, como el Guachito Gil en lenguaje Manga, de Charlie Goz; los Ekekos de Leo Chiachio y Daniel Giannone; la obra de Alfredo Portillos; el Memento Mori en resina poliéster, de Lorena Guzmán; la relación con la geometría en el trabajo de Federico Villarino, entre otros.
También resulta de un gran acierto la inclusión de obras que no surgen del campo del arte contemporáneo, sino de otros contextos, como las máscaras rituales anónimas realizadas por el pueblo originario Chané y los puntos de hierro de Kimbanda.
Se comience el recorrido por Gramajo Gutiérrez o por Barro del Paraíso nos enfrentamos a un mismo camino que vincula y complementa el arte y la religiosidad en distintos momentos. Un camino en el cual fue Antonio Berni, con su altar de la Difunta Correa, como recuerda Batalla, quien ató a la contemporaneidad “una búsqueda artística y ontológica jalonada por pioneros como Gramajo Gutiérrez”.