Nota publicada online
Esta nueva exposición de Fabiana Imola en Del Infinito reúne su obra reciente: el bosque carbonizado bajo la lluvia el los escenográficos Teatrinos y la constelación de piezas metálicas desplegadas sobre placas de vidrio.
Troncos carbonizados y brillantes esculturas de acero pulido anclan en el espacio una suerte de mise-en-scène que la artista rosarinaFabiana Imolapresenta enDel Infinitocon el título de “El bosque, la lluvia y otras escenas”. El contraste de las materias utilizadas, lo negro del carbón y lo brillante del acero, generan una atmósfera de ensueño: reflejos, sombras y luces se nos aparecen como los destellos del sol que se cuelan por las ramas cuando caminamos entre los árboles de un bosque.
Deudora del espacialismo, cuyos principales elementos son tiempo y movimiento, Imola distribuye las esculturas recreando un ecosistema que incorpora estéticamente las formas que se generan en la naturaleza, desde lo incorpóreo de la lluvia a los misteriosos espirales y fractales. Partiendo del dibujo como elemento estructural, realiza sus piezas proyectando y recortando sobre placas metálicas formas vegetales que observa en sus recorridos por el paisaje del río Paraná.“Una escena cuyos fragmentos –troncos y muñones de árboles carbonizados que son legibles como verdaderas esculturas- han retornado con fuerza inusitada para instalarse entre las lluvias y las cortezas resplandecientes de un jardín plateado; y para protagonizar –como en los primeros tiempos- un rol privilegiado en la declarada ‘ficción y poética de lo orgánico’.”, sintetiza Guillermo Fantoni en el texto curatorial.
Así, el montaje se nutre de varias piezas escultóricas: troncos carbonizados que la artista realiza en colaboración con Tomasa Ramos (una mujer chaqueña que resucita el método tradicional de hacer carbón quemando madera bajo tierra) actúan como vestigios de una catástrofe y se vinculan a la“iconografía de la ruina”,teatrinosemplazados en las paredes que enfatizan el arte de ver (“mudas escenografías –más apropiadas para una fábula animada que para el tradicional teatro de títeres”), lluvias que penden del techo y caen sobre el espacio en varillas de radiante acero atravesadas por pequeñas formas animales que se sostienen con imanes y desafían el equilibrio y, por último, los “dibujos” emplazados sobre placas de vidrio que son extractos, partes olvidadas, de lo que alguna vez fueron instalaciones caladas sobre pared y que, ahora, fundan un nuevo morfema. Hay, también, una ocupación inusitada del espacio: en un cuadrado de vidrio (especie de pecera y pulmón del edificio donde se encuentra la galería) Imola dejó que algunas esculturas reciban la influencia del clima permitiendo a la naturaleza la libre acción del movimiento y el tiempo sobre la materia.
El año pasado Fabiana Imola presentó Enramada, una exposición antológica de los trabajos realizados en los últimos quince años, en el Museo Castagnino Macro de Rosario. La artista, cuya trayectoria incluye muestras en Belleza y Felicidad y en el Centro Cultural Rojas durante los años ’90 y clínica de obra con Juan Pablo Renzi, Pablo Suárez y Jorge Gumier Maier, exhibe actualmente en Buenos Aires un resumen y una adaptación al espacio de lo esencial de su propuesta. Una voluntad hacia la forma que crece en procedimientos y se expande sus efectos creando bajo la relación de elementos discordantesotras escenas.