El artista explica: “Estos cuadros forman parte de mi colección particular porque se han salvado de mudanzas, naufragios, incendios, rapiñas y porque he tenido la suerte de que no fueron adquiridos. Por eso están aquí. Los que no están se fueron a otras manos permitiéndome vivir estas cuatro décadas de pinte y despinte y les estoy muy agradecido”. Y agrega: “Estas pinturas fueron realizadas en distintas épocas y lugares sin poder salir ni querer de los espejos en cuyo límite comienza el espejismo, y en el conjuro del taller me dicen que desean sentir nuevos ropajes de colores y en ebriedad de la trementina ahondar más el secreto del azogue. Así les ha pasado a mucho de los aquí expuestos”.
La muestra de Francisco (Pancho) Ruiz
Mariano Cornejo
Hacía tiempo que no veía obra de Pancho Ruiz. Acabo de ver una gran muestra suya en Salta. Una suerte de retrospectiva que abarca varios años de trabajo. Como soy pintor, hay algo que más o menos conscientemente exijo de otros artistas, esto es que después de ver una muestra, el corazón quede revitalizado y no entristecido. Esto me paso con sus cuadros. Es decir: hallé una “voluntad plástica” una entrega y una sinceridad notables.
Además de eso incluyendo las pocas obras que no me gustaron, siempre hay obras que a uno no le gustan, la composición, el equilibrio, y la maestría están presentes.
Subyace en las obras de Francisco Ruiz una poderosa geometría que sostiene firmemente el delirio posterior. Esto sólo se ve con los grandes plásticos. Hay seguridad y aplomo en los planteos. Una sinceridad evidente lo lleva a explorar los viejos, grandes e imperecederos arquetipos de la cultura. El tema del espejo es un subterfugio para contener la vehemencia de una mirada apasionada sobre esta tierra maravillosa. Y es que es necesario un dique para tanta diablura. Borges lo consiguió con los laberintos.
En Pancho Ruiz, hay, sobretodo, una alegría del color al servicio de unas escenografías de alta complejidad compositiva las “composiciones” suyas lo hacen caer siempre de pies como un gato. Como me encontré con él le dije: “Seria fantástico que dirigieras plásticamente una ópera”. Hay que animarse a los grandes temas, a las grandes ideas y además, salir airoso como en su caso.
La muestra de Pancho me dejó alegre. Alegría de esta tierra y la riqueza infinita de sus símbolos. Como pintor, sentí ganas de pintar y eso es lo máximo que nos puede pasar a nosotros los pintores.

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