Nota publicada online

lunes 6 de junio, 2011
Emilio Pettoruti. Una vida dedicada al arte
Emilio Pettoruti. Una vida dedicada al arte

A partir de la recomendada muestra Pettoruti y el arte abstracto que se exhibe en el Malba, hasta el 27 de junio y, especialmente, con motivo de la interpretación que realiza su curadora, Patricia Artundo, de las obras de este artista, correspondientes al período 1914-1949, nos ha parecido de interés para nuestros lectores incluir una reseña biográfica del maestro que expusiera en 1948 en el Salón Peuser.

Los lugares donde vivió este notable artista resultan inescindibles de su actividad pictórica a tal punto que el derrotero de su vida es una clave para comprender los diferentes tramos por los que atravesó su producción artística, constituyendo una fuente insoslayable para su apreciación.

Emilio nació en La Plata, Provincia de Buenos Aires, el 1 de octubre de 1892, donde cursó sus iniciales estudios plásticos en la Escuela de Bellas Artes de esa ciudad, ejercitándose en la práctica del dibujo en las frecuentes visitas que hacía, casi niño, al Museo de Historia Natural. En aquella, para la época moderna capital, su natural inquietud hizo que las vidrieras de la renombrada tienda Gath y Chaves -hoy desaparecida- fuesen el escenario donde exhibiera sus primeros trabajos. Su desasosiego creativo también hizo que, a pedido de su abuelo y a la edad de once años, pintase en lo alto de un muro un gran ramo de flores.

Esa propensión a buscar y exhibir fue una constante que no se apagaría jamás, configurando una clave que luego permitiría explicar la tendencia inconformista de
Pettoruti, expuesta en su incesante y característico impulso de empujar el horizonte pictórico, tratando de comunicar el resultado -con suerte diversa-, en todas las direcciones que al pintor le fueron posible.

Orgía II, 1934. Óleo sobre tela. 53,2 x 44. Colección Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires
Donación María Luisa Bemberg, 2004

Las páginas de las revistas La Ciudad y Rayos de Sol como del diario platense Buenos Aires sirvieron para difundir los trabajos iniciales, culminando con la exposición de 1911, en los salones del citado periódico.

Paisajista ("Alta Córdoba", 1912), ya manifiesta su preocupación por el plano y la luz; también en el dibujo a la carbonilla del desnudo exhibe el estilo figurativo que, más tarde, compartirá -como Picasso- en simultaneo con el abstracto-cubista.

Sin embargo, el joven Pettoruti estaba sintiendo la necesidad de buscar algo nuevo, que su inquietud no encontraba en su ciudad natal y sus afanes lo encaminaron a Europa, donde llegó en 1913, trasladándose a la ciudad de Florencia, donde vivió y trabajó -como pudo- ese año y los dos siguientes.
No obstante, la estadía le sirvió para ponerse en contacto con importantes artistas y teóricos del movimiento Futurista, como Balla y Marinetti, autor del Manifiesto del Futurismo. Estas primeras experiencias cuajan en la Esposiziones Futurista "Lacerba" de 1913, realizada en la librería Gonnelli. La representación del movimiento, y más precisamente la velocidad, era la preocupación de los futuristas, que consideraban -especialmente en el caso de los aviones- asociada con el modernismo.

La gran copa, 1949. Óleo sobre tela. 89,5 x 116,5. Colección particular

Esta preocupación caló hondo en el ánimo del joven veinteañero recién llegado y fue la causa -seguramente entre otras- de dos dibujos: Forza Centripete y Espansione Dinámica o Movimiento nello Spazio (1914), que se pueden ver en la exposición del Malba.

Las amigas de Florencia (1914) ya es una tela magistral, así como lo serán sus mosaicos "que no tienen menor calidad que los de Lêger", en la opinión autorizada del querido Rafael Squirru.

En 1916/17 se radica en Roma y allí traba amistad con egregios representantes de la vanguardia italiana como Prampolini, De Chirico y Carrá. Esta tendencia, incluida dentro del amplio movimiento del modernismo plástico, también lo registrará entre sus cultores -más bien un observador-, instalándolo definitivamente en la abstracción y la representación de la luz, después de practicar la forma cubista -creada por Picasso y Braque pocos años antes-, especialmente en paisajes y naturalezas muertas.

Vallombrosa (1916) y el retrato de su amigo y compañero en la dura Europa:
El pintor Xul Solar (1920) -exhibidos en el Malba-, muestran uno de los puntos más altos de su extenso período cubista, en el que van surgiendo unos segmentos que, más tarde, Pettoruti identificará como "luz autónoma".

Vallombrosa, 1916. Óleo sobre tela. 50,5 x 40. Colección Malba-Fundación Costantini, Buenos Aires

La influencia de Severini y Juan Gris, a quienes conoce, se registran en sus obras, a pesar de su opinión discordante: "las afinidades que presentaría la mía con la de Juan Gris...no estoy de acuerdo, porque nuestras obras no se asemejan ni en punto a composición, ni en punto a color, ni en punto a técnica, ni en punto a espíritu...", señaló en una oportunidad.

Se instala en Munich en 1921, donde se encontró con Xul Solar y conoció a Paul Klee, cuyas obras no lo maravillaron pero sí el concierto de violín que le dedicó en la habitación de la pensión donde se ambos se hospedaban.

Dos años más tarde es invitado, en la primavera de 1923, a exponer en la galería berlinesa Der Sturn (35 obras), la misma donde -contemporáneamente- exponían Kandinsky, Archipenko, Klee, Marcoussis, Jacques Billón, Zadkine, Schwitters, Moholo-Nagy, Gleizes y donde conoce a Chagall. De allí a París, donde permanecerá algunos meses -se reencuentra con Curatella, visita a Juan Gris en su atelier y conoce a Picasso-, para regresar a Buenos Aires en julio de 1924. Se une al grupo Martín Fierro y en octubre de ese mismo año expondrá 86 obras en Witcomb, pero sus cuadros desatan un verdadero escándalo y crítica desfavorable.

Le ombre, 1915. Óleo sobre cartón. 31 x 32,8. Galería Palatina

Según señalan las críticas de la época: "Un río humano la visitó ininterrumpidamente mañana y tarde; en las horas culminantes la concurrencia estaba mejor dispuesta para la polémica y para los insultos. Los martinfierristas... estaban alertas. La réplica viva y el puño pronto... la batalla seguía afuera, en la calle Florida... a puñetazos limpios".

Todavía Pettoruti era demasiado "moderno" para una Buenos Aires provincial que, al decir del pintor, adquiría pésima pintura europea, exportada especialmente a Latinoamérica y no precisamente a bajos precios. Sin embargo la tenacidad y la convicción de Pettoruti pudieron más que esta decepcionante recepción y el joven artista continuó con el trabajo que había iniciado en Europa: Así, en la serie de los arlequines, comenzada en 1925, instala un contrapunto entre la sombra y la luz convertida en piedra angular, que se funden hasta constituir las figuras un mismo cuerpo compacto, rígido, hierático; "tan alejado del pretexto original como de cualquier representación simbólica", según señaló Jacques Lassaigne. Pero, no todo era rechazo: Como dato anecdótico es de destacar que en la exposición que realiza en 1926 en Córdoba, su gobernador, el Dr. Ramón J. Cárcano, le compra Los bailarines, para el Museo de Bellas Artes de esa ciudad.

En 1930 fue nombrado director del Museo Provincial de Bellas Artes de La Plata, puesto que ejerce hasta 1947, "cuando razones políticas lo alejarán del cargo". Entre las primeras tareas acomete la clasificación y registro de las obras, devolviendo varias al museo, porque eran "de calidad muy mediocre" y elige sólo ciento trece, rechazando varias, entre las que se encontraban dos atribuidas a Goya y Tintoretto, cuya inautenticidad "descubriría un miope a cien metros". En 1934 se casa con la fotógrafa chilena María Rosa González y en 1935 pinta Caminantes, que marcó el comienzo de una nueva etapa. Traba amistad con Julio Payró -crítico fundamental y entrañable-, que le habrá de dedicar palabras elogiosísimas: "una voluntad de perfección no inferior a los clásicos...que usa para decir cosas de una poesía sin precedentes, absolutamente originales y profundamente bellas".

La polémica con Antonio Berni en torno al nuevo realismo lo ocupa en 1938 y conoce a Jorge Romero Brest un año más tarde. En 1940 realiza una retrospectiva en Amigos del Arte y allí obtiene el reconocimiento que se le había negado en 1924, al volver de Europa. En 1944, importantes museos de Estados Unidos lo convocan y pasa ocho meses recorriéndolos, invitado por el Comitée for Interamerican Artistics and Intellectual Relations.
Expone en San Francisco.

En 1948 realiza otra retrospectiva en el Salón Peuser y en 1950 expone en el Museo de Bellas Artes de Santiago de Chile.

Ya eran muchos años de residencia en Buenos Aires para el espíritu inquieto de Pettorutti que, indudablemente, había quedado parcialmente en la vieja y soñada Europa y allí marcha, primero a Roma (1953) y luego a París (1954), donde entabla relación con Latour, Masson y Miró.

En 1956 recibe el premio continental Guggenheim de las Américas y la opinión pública sufre una decepción cuando no le otorgan el mundial, que recibe Ben Nicholson. En 1957 el Gran Premio de Honor, le es otorgado por el Fondo Nacional de las Artes de la República Argentina.

Muestras y retrospectivas se suceden en el Nuevo y en el Viejo Mundo, ya completamente liberado de cualquier forma preestablecida, se sumerge completamente en la abstracción, sin pudor, con el único reinado de la luz y el color, sus inseparables compañeros.

En 1968, encontrándose el pintor radicado en París, se publica su autobiografía: Un pintor frente al espejo, que había comenzado a escribir en 1964.

Soles enceguecedores y mariposas rutilantes, serenidad y silencio, brotan de su pincel en la última etapa, que se inaugura en 1953, con su mudanza a Europa. En la fusión de fuerzas contrarias se distribuye armoniosamente la luz.

En 1971 representa a la Argentina en la XI Bienal de San Pablo, en un espacio especialmente dedicado y donde expone una muestra antológica con obras de 1914 a 1917.

Muere en un hospital de París, a los 79 años, el 16 de octubre de 1971, pocos días después de su cumpleaños, víctima de una afección hepatorenal.
Un final que no merecía el creador de tanta belleza.

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Info
Hasta el 27 de junio
MALBA | Museo de Arte Latinoamericano
de Buenos Aires, Av. Figueroa Alcorta 3415

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