Nota publicada online
En una exhibición que no es ni antológica ni retrospectiva aunque tenga un poco de cada categoría, el pasado 20 de octubre la Colección Fortabat inauguró una muestra dedicada a Marcia Schvartz a la que sus curadores -Roberto Amigo y Gustavo Marrone-llamaron “Ojo”.
Ojo es una exhibición que mapea los últimos años de producción de Schvartz en diálogo con obras de períodos anteriores: dibujos, pinturas, acuarelas y cerámicas que nos permiten como espectadores comprender la genealogía de las obras del presente. En homenaje a la mirada lúcida, atenta, descarnada, aguda e irónica de una artista que termina saliendo del canon, los curadores finalizan resumiendo en esa sola palabra la cualidad máxima de un artista visual. Roberto Amigo en el texto curatorial explica, “el ojo de Marcia mira la realidad pero es un ojo afirmado en el pasado y en el presente de un territorio común con el otro. Es el ojo que se abre iracundo, y, a la vez, festivo.”
La exhibición presenta un núcleo central de obras que se revuelven alrededor de la iconografía peronista, con un énfasis en las figuras de Isabelita (María Estela Martínez de Perón), el Perón del final y su ministro López Rega. La serie llamada con humor “El tren fantasma” cuya protagonista es Isabelita no intenta ser moralizadora y, sin embargo, hay en el abordaje de la historia un gesto catárquico, una necesidad de entender la historia argentina de los años ’70 desde una perspectiva actual. Alejada del realismo, la artista decide incursionar en pinturas que se convierten en collages e incorporan objetos de época: revistas, fotos y publicaciones de época que de alguna manera, nos sitúan y agregan verosimilitud al tratamiento grotesco de las figuras.
En “No me atosiguéis” vemos pintada a una Isabelita anciana con el ceño fruncido recostada en una cama con sábanas rojas, unas manos verdes que sobrevuelan (las de Perón), a la derecha haciendo de marco un pie de cama estilo Luis XV de donde cuelga una enagua. En la cama desperdigadas hay revistas Hola con la noticia de la muerte de la Duquesa de Alba, una revista de vida sana y terapias naturales, a los costados el abanico, las pantuflas y la dentadura postiza. Las fotos de Perón y Eva, la Virgen de Luján y San Expedito conviven con las cajas de remedios y la bandera argentina. Una descripción no alcanza para reemplazar el efecto visual que este tipo de obras genera en el espectador que debe demorarse ante los detalles, ya que lo importante acá sí está en los detalles. La artista resuelve contar la historia a través de una imaginería popular que remite a los altarcitos de los costados de las rutas, a los retablos barrocos cuya memoria aún perdura, una suerte de teatro de títeres en donde lo grotesco y bizarro se mezclan con los objetos de la realidad. Y, al darle teatralidad a la serie también nos dice que la política es teatro. Las obras El brujo, El entorno, el Grito Sagrado, Martirologio componen esta serie que en palabras de Amigo, “Marcia se enfrenta no a ese pasado, sino a los restos acumulados del pasado en nuestra vida cotidiana.”
Así como usa el recurso del retablo, en unas “cajas” así llamadas por la artista, describe a personajes del ambiente cultural: El Secretario de Cultura de El Impenetrable en donde un funcionario chaqueño atiende desde un mostrador con un arbolito de Navidad con luces prendidas, una foto del General a caballo y objetos que compendian el ser nacional, una suerte de gabinete de curiosidades argentino. En clave de sorna Rezo obsceno, Preparándose para arteva y La Zorra hablan de las aspiraciones de la gente del medio artístico, el dinero y la necesidad de legitimación.
Otro núcleo importante de obras lo componen los retratos, de varias épocas. El cuerpo de la mujer en distintas claves, por ejemplo algunos de los desnudos femeninos que podrían leerse como tradicionales como los de Nelba y La Puerta en oposición a los de las mujeres rockeras que no sólo muestran su sexo sin ambigüedad sino que van acompañadas de partituras de tangos populares, un género que fue mayormente desarrollado por hombres, en donde las letras hablan de abandono o traición.
Hay un peso histórico en el género retrato que también comparte el arte argentino, en esas referencias se apoya Marcia y se las ingenia para devolverle un peso que fue perdiendo con el paso de los años y las modas. La artista nunca deja de retratar a los personajes urbanos que la rodean, como Tan contenta Marcelita y Constitución, para otros reserva el lino crudo que usa en vez de la tela tradicional en donde traza la silueta con carbonilla: Milonga patán, Benita y su hijita Daiana, Bakunin y Buda.
La historia reciente vuelve a encontrarse en La toma de la Belgrano (en alusión a la toma de la Escuela de Bellas Artes en el año 1971) en donde dos estudiantes están sentadas en medio de pintadas que remiten a un presente, y La lucha continúa con las mujeres de pie, siluetas en realidad, en alusión a los estudiantes desparecidos. (La toma de la Belgrano fue Premio Adquisición del Salón Nacional de 2013)
Las Furias es una serie de pinturas producidas a principios de los 2000 en donde la artista retrata a mujeres vengadoras que viven en el agua, tomadas de las Erinias que son las hijas de Urano en la mitología clásica. Esta serie es la más oscura y densa en oposición a todo lo que se exhibe, y también en su tratamiento pictórico.
En el primer piso se exhiben las acuarelas y cerámicas, un muestrario asombroso de la versatilidad de la artista: cuadernos de estudios de la naturaleza de sus viajes, y piezas de cerámica que vibran por sus texturas y colores. Las cerámicas también comparten la ambivalencia que sobrevuela sus pinturas, hay algo denso que convive con lo celebratorio, la vida y la muerte en una misma pieza. EnLa muertita, una figura verde surge de adentro de un caracol en alusión a sus dos amigas ya ausentes, Hilda Fernández y Liliana Maresca. A las cerámicas se le sumaron lanas en una serie norteña en donde vuelve a explorar la caja-pintura como si la experiencia del tacto de volviera indispensable. Los paisajes del norte argentino se suman a los de la Mesopotamia, nada le es indiferente.
Abre y cierra, en el recorrido, una obra inquietante. Es El jugador, en donde vemos a un hombre caído sobre un tablero de ajedrez (se ha derrumbado porque están las copas rotas), un homenaje a Oscar Castro, ajedrecista colombiano y padre de su hijo Bruno. En la mesa hay dos libros, uno con la historia de Castro y el otro es de Omar Khayyam, Rubayyaten donde escribió: “¿Qué se habrá hecho de todos mis amigos? / ¿la Muerte los ha pisoteado? / Dónde están todos mis amigos, qué es de ellos?/ Oigo aún sus cantos en la taberna ¿Están muertos / o están ebrios de haber vivido? La exhibición es un recorrido por sus últimas obras en diálogo con anteriores, y es también un homenaje a sus seres queridos que ya no están.