Nota publicada online
El renovado Museo Gurvich completa el circuito cultural que ofrece la Ciudad Vieja no sólo para el público local, sino también para el fluido turismo que recibe permanentemente la capital uruguaya.
La Ciudad Vieja de Montevideo tiene un nuevo atractivo cultural porque el pasado 24 de noviembre el Museo Gurvich reabrió sus puertas. Se trata de un museo dedicado al destacado discípulo de Joaquín Torres García, que reúne tanto su obra constructiva, como los cambios que se sucedieron después de recorrer los museos europeos y de haber habitado en el kibutz Ramot Menasché, cuando su pintura se liberó de la grilla constructiva y renovó su repertorio iconográfico.
El espacio de la planta baja está destinado a exhibir los murales, que por sus dimensiones requieren una buena perspectiva de visión: desde el muraloriginalmente realizado para la casa Reims,El mundo del Kibutz, pintado en el comedor público del kibutz (extraído de su emplazamiento en Israel y hoy en el Museo) y el granMural constructivopintado para la Caja de Pensiones del Frigorífico del Cerro, actualmente prestado por el Banco de Previsión Social.
El nuevo proyecto arquitectónico logró sacar muy buen partido de la superficie disponible, ya que se agregaron un entrepiso y dos plantas que permiten un recorrido continuo. En este sentido, el guión de la colección de obras de Gurvich pertenecientes al Museo está organizado en seis núcleos cronológicos desde el tercer nivel hacia abajo. En la primera parte están las obras tempranas –en las que retrató a su familia, muchas veces a partir de las fotografías tomadas en Lituania– y los trabajos realizados bajo la dirección de su maestro Torres García. Se presentan varias naturalezas muertas y paisajes pintados según la regla constructiva, así como algunas obras concebidas mediante el lenguaje sintético de símbolos pintados con colores puros, como el Barco constructivo o Colores puros(1948). Titulado “Descubriendo su propia voz y lenguaje plástico”, el siguiente núcleo presenta el momento en el cual las formas se liberan de la estructura ordenadora, entre ellas: Formas, símbolos e imágenes (1967).
Tras su primera visita a Israel, Gurvich tomó contacto con la religión de sus antepasados y con los hábitos culturales del kibutz, todo lo cual impactó en las largas series dedicadas a las fiestas judías y a los temas bíblicos como laAnunciación de Sara, aspectos que continuó trabajando cuando en 1970 se radicó en Nueva York. Pero, además, en esa vertiginosa ciudad sus pinturas expresaron la imponencia de los rascacielos y la alienación que observaba en las multitudes. Como parte de esa muchedumbre, sus hombres comenzaron a fragmentarse: piernas, brazos y manos asomaron de los tachos de basura, aparecieron junto a la cartelería callejera o en los monumentos que proyectó, aunque no llegó a concretar.
El Museo también dedica un espacio para rendir homenaje a Totó Añorga –la viuda del artista– y para la obra de otros compañeros del Taller Torres García, como Gonzalo Fonseca, Horacio Torres, Manuel Pailós, Francisco Matto, Julio Alpuy, Edgardo Ribeiro, José Montes, Antonio Pezzino y Manuel Aguiar.
El piso superior está reservado para programar exposiciones temporarias que, según ha manifestado Martín Gurvich, Director del Museo, procurará incluir dos muestras de investigación por temporada, una sobre recortes específicos o diálogos de la obra de Gurvich con otros artistas y hacia el mes abril proyecta realizar muestras sobre otros artistas como Xul Solar, Fernando de Szyszlo o Wifredo Lam.
Para este verano, en este espacio se presenta “José Gurvich y el Cerro”, temática frecuente en su pintura ya que se trata del paisaje y los vecinos de su casa-taller.
Lunes a viernes de 10 a 18 y sábados de 11 a 15 horas.
Peatonal Sarandí, a pasos de la Plaza Constitución.