Nota publicada online
El Museo Franklin de San Juan presenta una producción del emblemático artista conocido por un discurso poético basado en la iconografía peronista donde los mitos mantienen viva su voz. Con curaduría de Alberto Sánchez Maratta
Se exponen por primera vez, veinte trabajos de Daniel Santoro, en el Museo Provincial de Bellas Artes “Franklin Rawson” de San Juan. El conjunto está compuesto por conocidas obras del artista y ha sido denominado por Alberto Sánchez Maratta – a cargo de la curaduría -: “Tal vez lo mismo nos ocurre a nosotros”, un pronombre que no deja de interpelar.
En la pared externa de la Sala, se han ubicado dos trabajos del autor: "Teoría y praxis en el bar" (2017-2020), realizado en 2020 y “Centauro emboscado” (2015). El primero es un retrato grupal de reconocidos intelectuales porteños ubicados en un clásico café porteño. La obra trae a la memoria una composición análoga con distintos protagonistas y modificaciones del escenario. En este caso se trata de un grupo de pensadores encuadrados en la gran tradición del ensayo de interpretación nacional. Si se lo aborda en clave figurativa, las expresiones ponen en escena el estado de duda que atraviesa el compromiso intelectual frente a una persona sin casa, la reducción de la imagen de Evita a una luz lateral y la elocuente aparición de un gato en la escena. El verismo se rompe por la inclusión de un centauro a la carrera por una calle de CABA.
La segunda obra pertenece al género de pintura mitológica, en ella reaparece la figura del centauro, reiteradamente presente en el Corpus de Santoro. Si bien se remonta a las sagas orientales y greco-latinas; la representación de la doble naturaleza es un tema recurrente en la simbólica latinoamericana. “Centauro emboscado” instala un explícito juego de palabras, dada la ambigüedad semántica de la palabra: escondido, entrampado, preparado para un ataque. Ambos óleos instauran la continuidad con la “temporalidad de café”, tan cara a la experiencia del artista. Un permanecer en soledad esperando apariciones, revelaciones y hechos inesperados. Ellas irrumpen al traspasar las puertas de la sala. La exposición se presenta como el calvero del bosque. En él, los acontecimientos y sus relatos no pierden el carácter de zozobra, pero son iluminados por lo poético.
Desde el portal ingreso, tres trabajos configuran una dirección alternativa: “Saqueo de la ciudad justicialista" (2001), “Evita concibe la ciudad infantil” y “Evita Levita”. En el primero, se alude al periplo del cadáver de Evita, sus profanaciones e injurias – en un calce lejanamente referido a una de las versiones de “La Isla de los Muertos” de Böcklin. El catafalco vacío, la arquitectura despojada de presencias vivas y las estatuas penetran en al ámbito tenebroso de la muerte, pero también en la dimensión mítica de muerte: las manos de Eva Duarte mantienen el poder de otorgar los dones dorados.
En el costado opuesto, Santoro ha plasmado el momento en el que Eva Perón concibe la construcción de la Ciudad Infantil. Si bien, la composición centra la atención sobre una pintoresca imagen de la utopía envuelta en una esfera de cristal; la pose de la figura es la de un cuerpo yacente, en un recinto cuyo tono solemne no termina por ser conjurado por el despliegue de verdes y rosas, que evoca más una sala mortuoria que una alcoba nupcial o una maternidad. La concepción de la Ciudad Infantil es una invención política, en la que no se cubren las necesidades mínimas sino se ofrece un lujoso espacio utópico destinado a los niños pobres. Es la contracara de la dádiva, puesto que está destinado a conjurar la envidia que despierta la desigualdad. La Ciudad Infantil se apoya sobre la legitimidad del deseo y el derecho a la satisfacción. La envidia es una pasión oscura que solamente puede desaparecer si se borra el deseo de lo que otro tiene y, para ello, el deseante debe tener lo mismo que quienes nacieron en un lugar favorecido. La Ciudad de los niños se funda en el reconocimiento de los deseos y una política de distribución social que despeja las pasiones de la oscuridad.
Ambas pinturas se relacionan a través de un tondo de dimensiones menores en el que se inscribe “Evita levita” – ante la mirada de espectadores -. Frente a la obra, Santoro tuvo la generosidad de comentar que “Santa Evita” se remite a un episodio de la película “Teorema” – en el que la santidad se acerca y aleja en igual medida de la beatitud cristiana -. En el film, la criada Emilia luego del contacto con el visitante, vuelve a su pueblo, realiza el milagro de levitar, es enterrada viva y sus lágrimas forman una fuente de felicidad. El momento de la santidad, ligado al rito sacrificial, constituye el tránsito al plano mítico. Una historia de héroes nacionales totalmente opuestos a las imágenes planteadas en el mundo infantil de Daniel Santoro.
El velar los hechos históricos con la fantasía y poesía, es menos un procedimiento retórico que el descubrimiento de un temple de ánimo de búsqueda de conciliación entre el sin fondo de la búsqueda el goce y la dignidad del mundo del trabajo. La historia tiene vencidos – siguiendo la tesis de W. Benjamin -, los mitos mantienen viva su voz.
En este pentagrama, la exposición resignifica el espacio nacional – “El archipiélago”, “La ciudad emboscada”, “Meritocracia” -; la fisiología política – “La pala del altar Justicialista” -; lo maravilloso – “Teatro en el bosque”; la política humanitaria – “El bar de la diagonal y la casa del chalecito” - . Pero también revisa los relato de la tradición mítico y poética que le precede – los centauros de Marechal, la contraposición entre civilización y barbarie en J. L. Borges, la vida de la madre de Juanito Laguna de Antonio Berni, los sueños del modernismo simbolizados en el Kavanagh -. La sustancia poética sostiene tanto los grandes acontecimientos, como la blancura de los guardapolvos o el aroma de la leche derramada sobre el fuego.
La exposición se podrá visitar hasta el 6 de agosto.
A poca distancia, en la Sala de Exposición Permanente, en el MPBA FR se encuentra en exposición la pintura de Daniel Santoro “El bombardeo a la Plaza de Mayo de 1955” (2014/15). Frente a la terrible imagen, el nosotros mentado en el título otorgado a la Exposición, afronta la necesidad de volver sobre su núcleo fundacional para refundar el presente y sus proyecciones.