Nota publicada online
Una experiencia que Cristina Fresca nos regala como modo de reintroducirnos en nuestros propios caminos, y detenernos a formular nuestras preguntas por si las habíamos olvidado.
Descubrir esa pasión que habita en nuestro interior para encontrar la verdadera felicidad. Esta es la ambiciosa propuesta que presenta Cristina Fresca en el Museo Evita, el segundo más visitado del país.
Cristina es fotógrafa, sin embargo en esta muestra presenta sólo dos fotografías: la de Evita dando sus primeros pasos como actriz -pasión que debió dejar de lado-, y otra inédita -que oportunamente llegó a manos de la artista-, que la retrata como la figura pública que volcó su pasión a trabajar por los demás y que es todo un símbolo de celebración.
En la sala, en semi penumbras, una gran pasionaria derrama su peculiar perfume mientras que, a sus pies, un gran laberinto invita a ser recorrido por el espectador y vivenciar la experiencia.
Al igual que el Laberinto de Chartres, el de Cristina Fresca, es un circuito de once vueltas y de una sola vía que conduce siempre hacia el centro. No hay caminos falsos, tampoco riesgo de perderse. Al llegar al centro deberemos detenernos y bucear en nuestro interior para, luego, retornar hacia la salida.
Señalizado por la flor de la pasionaria, el camino hacia adentro facilita el aquietamiento de la mente para llegar a su centro, un lugar de meditación y contemplación, que invita al visitante a descubrir su propia pasión. Transitar el camino hacia afuera, conduce a la integración de la creatividad y el amoroso poder del alma en el mundo.
Una antigua máquina de coser -la de su madre-, completa la escena y habla de otras tantas pasiones femeninas que, como Evita, encuentran respuesta, cuando se dan la oportunidad de mirar en su interior.
El sábado 29, como parte del programa Noche de los Museos, el público podrá recorrer el Laberinto de Pasiones de Cristina Fresca.