Nota publicada online
Estuvimos recorriendo la muestra Malos tiempos que está en Galería Rubbers hasta este fin de semana, conversando acerca de esta convocatoria a mirar en su producción actual y reconocerle la eficacia de su pasión por la pintura.
La primera pregunta es sobre el título de la muestra Malos tiempos y me cuenta que “nunca pienso los nombres antes de terminar de producirla, pero en esta fue al revés. Creo que un poco el título aparece por una serie de cosas personales que me pasaron en el cuerpo además de las cosas que como comunidad nos están pasando ahora. Pero salió una muestra muy festiva, en algún sentido ligado a lo erótico, que claramente contradice el título que ya estaba elegido de antes”. Sin embargo, le hago ver que también hay algunas capas de profundidad que creo se evidencian en obras que son citas a Velázquez. Y reconoce que le “interesa que se vea la diversidad, que no sea una cosa homogénea” por eso hay algunas obras que son muy pictóricas con unas vibraciones de color y forma bien ágiles. Pero en las citas hay otro plan: “sí, las citas que hago van en otro sentido, porque además son las que están más desplegadas”. Me muestra unas obras enmarcadas que son absolutamente abstractas, como nada de lo que se exhibe en Rubbers hasta fin de mes. Estas son las paletas de las Meninas, fueron las pruebas de color para una obra donde se puede ver el desplazamiento de sentido hacia una interpretación libre: “hago un relato policial de las Meninas de Velázquez y le agrego el ojo de Picasso en el Guernica, para que interfiera como el ojo de Dios puesto ahí.” Sí, podemos ver que hay cuerpos diseminados en el piso, ¿asesinados?, el pintor sigue ahí registrando, hay salvados y caídos, Médici me confirma que “ese es el encuentro que yo propongo para esta muestra: deconstrucción del color y relato policial de las Meninas. Como te dije me interesa que se vea la diversidad”.
Acerca del paraguas, uno de los temas de esta muestra, me cuenta: 'el paraguas me interesa como forma, aparecen con la tapa de mi libro hace 4 o 5 años, después quedó como forma en suspenso para después aparecer en un tríptico. “Rastreé quienes habían trabajado con el paraguas, Bacon seguro, Gorriarena también tenía algo y por supuesto Magritte”, me dice. El paraguas tiene una protección estimada, pero es frágil, puede volar y tomar otras formas, algunas casi vampirescas. Eduardo me cuenta por qué las obras tienen una espesa capa, pues ‘en general voy tapando obras que ya no me interesan, las uso como fondo y voy preparado al encuentro’, dice y una vez que se lanza pueden salir cualquiera de las dos versiones: “la pintura más abarrotada y otra más despojada, me gusta trabajar en esas dos puntas”. Pero en ambos casos ‘siempre tengo la abstracción en mente, pues mis pinturas no tienen profundidad’, ese reconocimiento espacial de la perspectiva en el plano no es su fuerte, salvo cuando dibuja, ya que la línea logra definir la cercanía- lejanía mediante el diferente grosor. Me reconoce que el dibujo le suelta el brazo y le interesa explorar ahí más lo figurativo porque “son micro-relatos pues no me considero un pintor narrativo”. Hay dos que están expuestos y son de tamaño medio; uno parte desde un collage fotográfico y va hacia un dibujo manual, lleno de personajes abigarrados; el otro, es un plano de conexiones de pequeñas piezas que parecen flotar sobre el papel y que describen una cabeza como forma total, desvinculándose de cualquier lectura lineal.
Tiene una serie de libros y catálogos donde me destaca que cada uno tiene una diferencia con el otro, esa diversidad es su sello personal. Cada tanto aparece una zona de pasaje a la abstracción, me confirma y le cuento que creo que la pintura puede fijar una cosa evanescente, en un intento de ‘agarrar’ algo y traerlo al presente, concuerda y me aclara que “te trae un núcleo que si se desata te da una gran narración. No me interesa tanto como la evocación, funcionando como escenas, es que vivimos diferentes escenas en un día, que intentamos descifrar y que hacen pequeñas historias en el que mira”. No tiene paciencia para ser detallista a la hora de pintar, pero cuando toma una cita ‘me interesa el gesto’ por esta razón hay un recurso que se repite en todos los casos, es como una especie de borradura, de arrastre del color que parece relacionado con los personajes diseminados en la obra, ya que tanto el paraguas como estas borraduras inducen al movimiento, dinamizan el plano pictórico. Estudió pintura con Anselmo Pícoli y le enseñó a dibujar unas cuadrículas para organizar el plano, Médici siempre se esmeraba en romper las cuadrículas luego de hacerlas perfectas. “Me gusta pintar rápido, es muy placentero pintar para mí” refiere con una sonrisa de placer y me cuenta que hay un antecedente del hombre con paraguas que ahora está en muchas obras, en su libro y data de años atrás, me dice: “siempre pienso que en algunas obras se presiente o se ve una obra futura”. Trabaja con acrílicos, lápiz o grafito y algo de pastel. Le cuento mi admiración sobre las paletas elegidas y me dice que es con los azules que hay como un apego con las personas. Es cierto, sólo que la calidad de esos ‘azules’ no es tan sencilla como eso, hay virajes hacia los violáceos, los turquesas, celestes verdosos. Y muchos tamaños. Al final de la charla me confía que esta muestra fue para él un desafío porque según piensa “cuando el cuadro explota con pequeños trazos creo que es mayor la energía que trasmite, en tanto que cuanto más trabajado está más me parece que pierde esa frescura que se siente con algunas obras”, le cuesta parar cuando hace algo despojado, pero necesita de las dos, una es descanso de la otra, dice.